Un proyecto creado tras una emergencia sanitaria se convirtió en una gran innovación y una poderosa herramienta de sanidad agropecuaria, cuyo modelo es destacado por el IICA.
Departamento de Canelones, Uruguay, enero 2013 (IICA). En las planicies uruguayas, los pinos y los eucaliptos alimentan la industria maderera y la lana de los corderos abriga una fuente de ingresos para sus criadores, pero son las más de 11 millones de cabezas de ganado las que reinan y las que reflejan –literalmente– el orgullo de un país por ser uno de los mayores exportadores de carne bovina del mundo.
Las orejas de estos animales brillan al sol y reflejan la marca de la casa: una lengüeta incrustada en estas partes del cuerpo identifica a cada animal con un número irrepetible, un sistema que hace a Uruguay el único país del planeta con trazabilidad completa del ganado, trazabilidad que se inicia en el campo, pasa por toda la industria y termina en el plato de los consumidores.
En Uruguay, la ganadería de carne y su exportación es una actividad histórica, pero el sistema de trazabilidad completa es un logro reciente, alcanzado tras la presencia de la fiebre aftosa en el Cono Sur entre los años 2000 y 2001. “Un proyecto nacido de una emergencia sanitaria se transformó en un proyecto innovador”, explicó María Nela González, directora del Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG), una dependencia del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca uruguayo (MGAP).
La trazabilidad completa del ganado bovino facilitaría la detección de eventuales brotes de enfermedades y contener a tiempo posibles contagios. “Este sistema nos permite, con un número, saber dónde está un animal, a quién pertenece y con cuáles otros animales más está. Desde el punto de vista epidemiológico, es una herramienta brutal”, dijo González.
“El sistema de innovación uruguayo es ejemplar porque involucra al Estado y a los productores en partes iguales. En la industria ganadera su impacto es fundamental pues se utilizan las tecnologías de información y comunicación para agregar valor, la trazabilidad aumenta la credibilidad del sector y es una herramienta para abrir mercados”, consideró Antonio Donizeti, Representante del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en el país.
Mientras la trazabilidad de los animales en campo surgió para cumplir los requisitos de exportación de carne de alta calidad a la Unión Europea, la trazabilidad en la industria fue desarrollada en esta nación por voluntad propia. “Se calcula que por cada dólar invertido en innovación, Uruguay recibe US$20 de ganancia comercial. Las lecciones aprendidas es posible trasladarlas a otros países, una transferencia que el IICA puede promover”, añadió Donizeti.
La experiencia de Uruguay en trazabilidad bovina, publicación coordinada por la Oficina del IICA en este país, destaca el modelo, el cual fue además de las innovaciones en agricultura que más llamó la atención de investigadores reunidos en Punta del Este, a finales del 2012, durante la Segunda Conferencia Mundial sobre Investigación Agrícola para el Desarrollo (GCARD2).
Del papel al registro electrónico
Cuando la fiebre aftosa ingresó a Uruguay se difundió por todo el país y se cerraron los mercados de la carne, recuerda María Nela González. Las exportaciones pudieron renovarse tras una vacunación masiva del ganado y una campaña de fortalecimiento institucional.
“Rápidamente, el Ministerio se organizó y procedió a revisar 30 años de antecedentes históricos de los productores, documentos que estaban en papel. Al año siguiente, se empezó un proceso de trazabilidad individual en bovinos, voluntario, donde los productores compraban los dispositivos”, expresó la directora del SNIG.
En efecto, en el 2003 Uruguay comenzó a utilizar un sistema electrónico para trazar al menos el 10% del rodeo, un plan piloto exitoso que en 16 meses se transformó en un proyecto de alcance nacional, obligatorio y para todo el ganado.
“El Estado decidió financiar todo el proyecto, lo que hace único al SNIG, pues se adoptó como un bien público, patrimonio de todos los uruguayos”, agregó González.
En setiembre del 2006, por ley, comenzó a regir la obligatoriedad de la trazabilidad individual del ganado, un objetivo que se cumplió en junio del 2011. “Se hizo mucha capacitación a los productores y seguimos con esta tarea, pues tenemos un universo heterogéneo, el que tiene tres vacas, 30, 300 o 30.000 está en el proyecto”, afirmó la funcionaria.
Incluyendo el sector lechero, Uruguay tiene unos 45.000 ganaderos, 25% de los cuales son productores familiares. Además, el 80% de los bovinos pertenece al 20% de los productores.
Siguiendo la pista del ganado
La distribución de las lengüetas para el ganado (en Uruguay se les llama “caravanas”, una es electrónica y la otra es para identificación visual) es una responsabilidad estatal y se hace por correo. Los ganaderos del país tienen un número de registro, único, ligado al catastro rural, lo que permite conocer en tiempo real dónde está localizado cada productor.
Cuando un finquero necesita identificar nuevos terneros, solicita por Internet o vía telefónica las caravanas, que recibe en máximo 24 horas, junto con un formulario que ya tiene impresos su nombre, razón social y número de las caravanas. El productor solo tiene que agregar el sexo, raza y edad de los animales, más la fecha de colocación de las lengüetas en sus orejas, y devolver por correo los papeles al SNIG, donde se escanea el formulario y se incluye la información en el sistema electrónico.
Por otro lado, en los frigoríficos o plantas industriales, los subproductos obtenidos de los animales son etiquetados con código de barras, lo que permite relacionarlos con el hato del que provienen. Esta identificación llega prácticamente hasta el punto de venta.
“Es una ventaja comparativa tener toda la información procesada en tiempo real y conocer todo el proceso de campo e industria. Los compradores pueden venir y ver la calidad de los productos, su certificación y el manejo de residuos biológicos”, dijo González.
Hoy, la carne uruguaya tiene precios mayores que la de competidores directos como Australia, Brasil y Argentina y se exporta a más de 100 mercados. En el 2012, según la agencia de comercio exterior Uruguay XXI, con datos de la Dirección Nacional de Aduanas, el país exportó 249.925 toneladas netas de carne bovina congelada y fresca, 12,37% más que en el año anterior. Las ventas del 2012 equivalieron a US$1.402 millones, US$103 millones más que en el 2011.
Más información:
antonio.donizeti@iica.int
Entrevista María Nela González, SNIG Uruguay