Capacitar a 16.000 agricultores para que mejoren su productividad es una de las metas del Plan de Agricultura Familiar salvadoreño. El IICA apoya de lleno el ambicioso proyecto.
San Salvador, El Salvador, abril 2012 (IICA). El bullicio de los estudiantes o el silencio que impera cuando prestan atención son solo dos de los sonidos propios de las Escuelas de Campo que, desde inicios del 2012, se desarrollan en la zona rural salvadoreña; sonidos que se mezclan con los que hacen las aves, las ramas de los árboles o el río cercano.
Este es lo que se oye en “las aulas”, pero lo que se observa son humildes parcelas, manglares cercanos al mar, caminos empedrados y polvorientos y los animales típicos del campo. En medio de todo, cuaderno en mano, los productores preguntan a los técnicos y toman apuntes. Aprenden jugando…tratan de que no se les escape nada.
Son hombres y mujeres adultos y también algunos jóvenes, porque así es la población rural salvadoreña. El promedio de edad supera los 50 años… muchos de los muchachos se han ido.
Esta metodología de capacitación técnica –las Escuelas de Campo– la impulsa el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en El Salvador, como parte de su asistencia al Plan de Agricultura Familiar (PAF) gubernamental, en particular al programa de Cadenas Productivas.
La metodología fue creada hace un par de décadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para países de Asia y África. El aporte del IICA produce una variante, pues además de transmitir conocimiento técnico a los productores para su trabajo en finca, los orienta en temas de comercialización, emprendedurismo y marco institucional. ¡Incluso los facilitadores de las escuelas de campo, unos 300, reciben capacitación! En cada escuela hay tres facilitadores, generalmente uno experimentado y dos jóvenes.
“En este momento y con estas dimensiones, no hay una experiencia similar”, comenta Gerardo Escudero, Representante del IICA en El Salvador. La meta total de escuelas es de 640, de las cuales unas 500 ya están en operación, y contando…
Las escuelas, dirigidas a la agricultura familiar comercial (compuesta en el país por unos 65.000 agricultores, ya vinculados de alguna manera al mercado), funcionan para ocho cadenas productivas definidas como prioritarias por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG): café, lácteos, miel, frutas, hortalizas, cacao, acuicultura y granos básicos (frijol y maíz).
En promedio, cada escuela tiene 25 productores. Uno de ellos es Óscar Elías, camaronero de Jiquilisco (departamento de Usulután), quien procura herramientas no solo para aumentar su productividad, sino para hacer mejores negocios: “Aquí los intermediarios vienen y se llevan el producto al precio que ellos dicen, no a lo que realmente vale”. Él, como el resto de agricultores de las ocho cadenas productivas, quiere más acceso al mercado interno de alimentos, eminentemente importador.
Jorge Escobar, coordinador del programa PAF Cadenas Productivas, afirma que son los productores los que ponen las reglas, normas que van desde el horario hasta el respeto entre compañeros. Por supuesto, parte de los contenidos de cada sesión también surge de sus mismas necesidades. “Se detectan los problemas y limitaciones de los productores, luego se establece un temario para seis meses, que debe cubrirse en una sesión semanal de tres horas”, explicó.
Los temas también surgen de los talleres de caracterización de las cadenas productivas, efectuados por el MAG y el IICA, cuyo fin es diagnosticar el nivel de coordinación entre los eslabones, afinarlo y alcanzar acuerdos de competitividad, es decir, orientar la cadena completa hacia el objetivo de elevar la venta de alimentos nacionales en el mercado interno salvadoreño.
Los adultos van a la escuela
Zoyla Rivera, su esposo y seis hijos son camaroneros en Jiquilisco. En la escuela de campo han aprendido cuál es el peso ideal de los crustáceos para la venta.
“Si sacamos el camarón de dos meses y medio, lleva buen crecimiento. Si son 60 ó 65 por libra, está bien; ahorita están sacando unos allá en el otro lado, en la China, a US$2 y son 65 por libra”, narra la mujer con toda propiedad mientras, a unos pocos metros, el instructor del MAG y del IICA habla sobre cómo preparar comederos para estos animales, y unos metros más allá los estanques brillan bajo un sol que calcina.
La metodología de Escuelas de Campo está diseñada para adultos, destaca Édgar Cruz, especialista en competitividad del IICA. Se escogió porque parte de hábitos ya instalados en la gente, los cuales se socializan y pulen para luego llevarlos, mejorados, a la práctica. De acuerdo con Cruz, las escuelas permiten implementar rápidamente avances en las técnicas agropecuarias.
“Nuestra asistencia procura transformaciones en los productores salvadoreños, el conocimiento no se trae de vuelta, sino que se queda en el campo”, agrega Cruz. Para este propósito, el IICA trabaja codo a codo con las oficinas del MAG y el Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal (CENTA) a lo largo del país. Paulatinamente, se crearán capacidades para que en el 2013 el Ministerio asuma la coordinación de los facilitadores.
Jéssica Gálvez, de 23 años, es una de estas extensionistas. Recién graduada de la Escuela Nacional de Agricultura, capacita a cafetaleros del municipio de Chinameca, en el departamento de San Miguel, con quienes depura las habilidades de empaque. “Tal vez conocen buenas técnicas, pero no acostumbran usarlas”, dijo apenas disimulando una sonrisa: acababa de recibir su título de técnica agropecuaria.
Gálvez viajó a San Salvador el día anterior, solo para graduarse. Le quedan apenas unas horas, antes de regresar a Chinameca, para disfrutar con sus 111 compañeros recién titulados. Todos tienen trabajo y deben volver, al día siguiente, a capacitar productores en las escuelas de campo.
Más información:
gerardo.escudero@iica.int
Galería fotográfica
Reportaje: Agricultura familiar: la apuesta salvadoreña