El proyecto “Haz un bien increíble” vincula a pequeños productores agrícolas e instituciones que colaboran con personas en situación de vulnerabilidad. Ya evitó el desperdicio de 200 toneladas de alimentos y ayudó a más de 100 productores.
San José, 17 de junio de 2021 (IICA). La productora agrícola brasileña Simone Silotti, creadora de “Haz un bien increíble” –proyecto que vincula agricultores con instituciones que colaboran con personas vulnerables- recibirá el premio “El Alma de la Ruralidad”, que el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) otorga a Líderes de la Ruralidad de las Américas.
El premio es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo de América Latina y el Caribe.
Además de recibir como reconocimiento el premio “El Alma de la Ruralidad”, los Líderes de la Ruralidad destacados por el IICA serán invitados a participar de diversas instancias asesoras del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural.
“Se trata de un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región”, dijo el Director General del IICA, Manuel Otero, al lanzar la iniciativa.
En el marco de la iniciativa, el IICA trabaja para que el reconocimiento facilite vinculaciones con organismos oficiales, de la sociedad civil y del sector privado para la obtención de apoyo para sus causas.
“Hablamos de personas cuya impronta está presente en cada alimento que consumimos -adonde sea que éstos lleguen-, en cada parcela de tierra productiva y en las comunidades que habitan los agricultores y sus familias. Son hombres y mujeres que dejan huella y son el alma de la ruralidad porque producen, plantan, cosechan, crean, innovan, enseñan y unen”, consideró el Director General del IICA.
“Son personas que encarnan liderazgos silenciosos que es preciso visibilizar y reconocer. Son, por sobre todas las cosas, ejemplos de vida. Porque transforman, superan adversidades e inspiran”, agregó Otero.
El IICA trabaja junto a sus 34 Representaciones en las Américas para la selección de los primeros #Líderesdelaruralidad.
Los resultados de la primera etapa de la iniciativa serán presentados ante el Comité Ejecutivo del IICA, una de las instancias de gobierno del Instituto.
Simone Silotti: una agricultora que trabaja por vincular pequeños productores e instituciones para garantizar la alimentación a los más vulnerables
Brasilia. Hija de agricultores, Simone Silotti pasó su infancia en el campo hasta que a los 12 años se trasladó a la ciudad.
Su padre había perdido la finca, por lo que tuvo que mudarse con su mujer y sus cinco hijos a la populosa Región Metropolitana de Sao Paulo, donde alquiló una casa y empezó a trabajar como albañil para mantener a la familia, pero un infarto acabó prematuramente con la vida de Mário Silotti a los 53 años.
Simone relata que su padre estaba disgustado porque “fuera del campo no encajaba”. La familia se quedó en la ciudad y la cuarta y única hija de Mário terminó la carrera de Estudios Sociales, por insistencia de su padre, y comenzó otra como investigadora. “Él insistía mucho en que sus hijos estudiaran”, afirma.
No fue hasta los 46 años, separada y con dos hijos, que Simone cedió a la nostalgia que sentía por la vida rural e invitó a sus hermanos a establecer una sociedad que los devolviera a la zona rural.
“Mi infancia fue la etapa más bonita de mi vida. Teníamos gran abundancia. Había de todo: mandarinas, guarapo de caña, azúcar morena, huevos y todo lo que hacía mi madre. Aparte de esta abundancia de comida, carecíamos de todo lo demás, pero siempre sentía nostalgia por el pasado”.
Los hermanos se embarcaron en la aventura y la familia compró una propiedad de 24.000 metros cuadrados en el pueblo de Quatinga, Mogi das Cruzes, una ciudad ubicada a 90 km de Sao Paulo y uno de los 39 municipios que componen el cinturón verde de su Región Metropolitana y que garantizan la seguridad alimentaria de más de 16 millones de personas.
Allí, la familia Silotti comenzó a producir lechuga, berro y rúcula hidropónica para abastecer los restaurantes y supermercados de la zona. “Nos especializamos, establecimos una producción sostenible e incluimos las mejores tecnologías. Empecé a tomar cursos de agroindustria. Quería que todo saliera bien y no repetir el destino de mi padre”.
No obstante, a los 53 años Simone estaba endeudada y su propiedad, hipotecada. “Nuestra producción es excelente y la propiedad es un modelo. No hay un solo documento que no tengamos”, indica Simone, describiendo las dificultades que encuentra para acceder a la comercialización a través de grandes cadenas minoristas y que los lleva a depender de intermediarios.
El período de cosecha de las hortalizas es de cuatro días, lo que constituye una de las vulnerabilidades del negocio de Simone. “El intermediario no viene a comprar los productos el primer, el segundo ni el tercer día. Viene en el cuarto, por lo que baja su precio. Vendemos a precios que a menudo no cubren los costos o perdemos la producción”, se lamenta. De la misma edad que Mário cuando murió, Simone estaba desanimada y se enfrentaba a una depresión.
Pandemia. En marzo de 2020, cuando las cosas ya resultaban bastante difíciles, el gobierno de San Pablo decretó medidas de aislamiento por la pandemia de coronavirus. Al verse sin consumidores y para evitar mayores pérdidas con la contratación de trabajadores para las cosechas, los productores del cinturón verde empezaron a destruir la producción. Solo el pueblo de Quatinga iba a perder más de 6 toneladas de hortalizas.
“Con tantas personas pasando hambre, no podía resignarme al desperdicio. Les pedí que no la destruyeran, que confiaran en mí, que yo encontraría compradores. Todos estaban produciendo para satisfacer la demanda de la Semana Santa. Sentíamos una gran desolación”, recuerda Simone.
Después de llorar durante todo un día sin saber cómo iba a cumplir la promesa que había hecho a los vecinos del pueblo, se le ocurrió ir a su computadora para organizar una colecta virtual. Semanas después, los productores cosechaban y empaquetaban la mercancía, mientras Simone buscaba instituciones que la donaran a personas vulnerables; sin embargo, las donaciones eran muy pequeñas y la colecta no prosperó.
La iniciativa, sin embargo, mereció la atención de un importante periódico local, que publicó un artículo describiéndola. Tras la publicación, Simone recibió una llamada del director de Agroindustria de la Fundación Banco de Brasil, el mayor banco estatal de Brasil, que le aportó el equivalente a unos 180.000 dólares. Luego vinieron donaciones de Yara Fertilizantes y la petroquímica Braskem, entre otras.
En mayo de este año, el proyecto bautizado “Haz un bien increíble”, ya había rescatado 200 toneladas de hortalizas y frutas para distribuir en 13 municipios, ayudando a más de 100 productores y a más de 100 organizaciones no gubernamentales (ONG) y cocinas solidarias. “Esa fue la frase con la que intenté convencer a los donantes. El proyecto no podía tener otro nombre”, explica Simone.
Simone sigue endeudada, pero el proyecto curó su depresión. La iniciativa ya ganó dos premios y compite por un tercero, que podría proporcionarle recursos que la ayuden a cumplir otro sueño: transformar la iniciativa en una plataforma virtual permanente y georreferenciada en la que pretende registrar productores agrícolas, ONGs, bancos de alimentos o fundaciones, así como patrocinadores que busquen buenas iniciativas para cumplir con sus agendas de responsabilidad social, especialmente a los firmantes de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. “El proyecto cumple 13 de los 17 objetivos”, afirma Simone.
El miedo a tener que abandonar el campo la sigue acechando, pero Simone está mucho más segura y sostiene que todo lo que salió mal en su negocio la preparó para llevar a cabo el proyecto, para el cual ahora busca patrocinadores con el objetivo de mantenerlo y ampliarlo.
“Confío en Dios y en la protección de mi padre”, asegura la hija del productor agrícola Mário Silotti.
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