En la región del Ñuble, ubicada a un poco más de 400 km al sur de Santiago, el arroz más austral del mundo, de la mano de investigadores, extensionistas y productores, sigue buscando soluciones sustentables para adaptarse al cambio climático y a los mercados, una de las claves: los grupos de investigación participativa.
Chillán, Chile, 24 de febrero de 2022 (IICA) – En la región del Ñuble, ubicada poco más de 400 kilómetros al sur de Santiago, capital de Chile, investigadores, extensionistas y productores buscan soluciones sustentables para adaptarse al cambio climático y satisfacer las exigencias de los mercados. Una de las claves para ello han sido los grupos de investigación participativa en torno al arroz más austral del mundo.
Hace poco más de una década, Nelso Badilla comenzó a producir arroz con siembra tradicional, con cultivo inundado y pre-germinado. Pero pocos años más tarde, con la región enfrentando una sequía histórica, se pasó al sistema de mínimo labranza, en el que la siembra se realiza en seco.
Actualmente, continúa adaptando su manejo, aunque la falta de mano de obra y un mayor valor en los insumos son problemáticas adicionales a lo que ha tenido que enfrentar. Nelso, sin embargo, no está solo en la actividad, ya que es parte de un grupo de investigación participativa (GPI) en el que se unió a productores arroceros innovadores enfocados en procesos más sustentables, dentro de un proyecto financiado por el Gobierno Regional del Ñuble, llamado “Arroz Climáticamente Inteligente”.
De las 57 hectáreas que tiene sembradas con arroz, ha destinado 2.500 metros cuadrados para establecer una parcela de práctica y de esa manera probar nuevas variedades y una práctica que ahorra hasta 50% del agua que utiliza, llamada SRI, un sistema intensivo de cultivo de arroz (por sus siglas en inglés System of Rice Intensificaction), que permite sembrar en seco y en forma intensificada.
En su predio, junto a una veintena de productores arroceros, participa habitualmente de actividades de capacitación relacionadas a genética, mecanización y al monitoreo de desarrollo de las plantas, que en pleno verano austral se encuentran en proceso reproductivo.
La metodología es coordinada por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) de Chile y la Representación en el país del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en el marco de un proyecto de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA).
Primero se forman grupos y se van estableciendo cuadrantes de medición, con el objetivo de contar plantas por cada punto, contar macollas y utilizar la App Canopeo para evaluar el porcentaje de cobertura en el suelo. Luego hablan sobre riego y temperatura, comparten datos y mediciones, estiman costos del ensayo y prorratean los gastos que se realizan a diario para ir sumándolos para ajustar y proyectar resultados.
“La importancia que tiene este proyecto de INIA, el IICA y los agricultores que nos encontramos ya por tercera vez regresando a estos ensayos, es que podamos tener una variedad de arroz que sea más precoz y que utilice menos agua, y lo que queremos lograr nosotros a futuro es que, en vez de tener un arroz de 150 días, lo tengamos en 120 días, eso nos aliviaría bastante los gastos de agua que son los más importantes que hoy día tenemos, así como está el cambio climático”, contó Nelso.
“Las plantas ahora están espigando y esperamos que den frutos y den 100% granos, si fuera así estaríamos felices y contentos que tengamos un arroz que no requiere mucha agua y solamente se riega, y con eso nosotros nos damos por satisfechos”, complementó esperanzado.
Karla Cordero, investigadora encargada del Programa de Mejoramiento Genético de Arroz del INIA de Chile, dijo que observan las diferencias entre la variedad zafiro, que es la más sembrada en Chile, y una línea avanzada de arroz que es la primera variedad de exportación. “Hemos visto que también es un poco más precoz por lo cual este sistema sería una muy buena alternativa para ahorrar agua, ahorrar insumos agroquímicos y producir el arroz de manera más sustentable”
Y añadió: “en este proyecto tenemos como estrategia la reducción hídrica en el cultivo de arroz, que es uno de los cultivos que mayor huella hídrica tiene y para lograrlo estamos en colaboración con el IICA, y la novedad de trabajar en estos grupos de innovación participativa es que está la experiencia de nuestro socio internacional, el IICA, en la que ellos tienen la experiencia de la extensión y cómo hacer que este proceso no sea solo de investigación e innovación, sino que sea uno en que participen también los productores de manera permanente y activa”.
Para Cordero, es de mucha importancia que la transferencia y el desarrollo de estas nuevas investigaciones no solo se realicen en campos experimentales de los institutos de investigación o de las universidades, “sino directamente en los campos de los productores haciendo la investigación y el proceso de adopción de estas innovaciones mucho más facilitador y mucho más rápido”.
Fernando Barrera, especialista en Extensión Rural del IICA, ha dirigido e implementado procesos participativos en Chile y otros países de las Américas. “El aporte a la búsqueda de soluciones que realizan los agricultores y extensionistas es muy relevante para acortar los procesos de desarrollo y para la difusión de las soluciones creadas por estos grupos”, dijo.
“En esta oportunidad la evaluación del vigor de las plantas nos sorprendió gratamente, en particular el desarrollo de la línea genética avanzada de granos pesados de exportación, que tiene un muy buen desempeño bajo la metodología SRI”, indicó el experto.
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