Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

Agricultura Mujeres

La productora de manzanas Rosina Rodríguez, que trabaja una tierra que «pertenece al Uruguay y a las próximas generaciones», es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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La productora de manzanas Rosina Rodríguez, que trabaja una tierra que «pertenece al Uruguay y a las próximas generaciones», es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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Rosina Rodríguez, productora uruguaya de 39 años y primera en tener el derecho de utilizar el sello Murú.

San José, 28 de febrero de 2025 (IICA) – Rosina Rodríguez es la primera productora a la que se concedió el derecho de usar el sello Murú, lanzado por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay para identificar y dar valor a los productos y servicios desarrollados por las mujeres rurales del país. El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) la eligió también como una de las Líderes de la Ruralidad de las Américas.
 
Por este reconocimiento del IICA, Rosina recibirá el premio “Alma de la Ruralidad”, parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y bienestar rural de las Américas, para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en los campos del continente por su tarea fundamental para impulsar la seguridad alimentaria y nutricional y promover la sostenibilidad productiva y ambiental.

Hablando sonriente desde la cabaña donde creció cuando era pequeña, en la zona de Libertad, en el departamento de San José, a Rosina le gusta conversar del campo y de su emprendimiento, de tecnología y de innovación, usando a menudo el prefijo «re» para enfatizar las cosas que más le interesan o preocupan a sus 39 años de edad.

Si bien retornó al campo hace solamente algo más de ocho años, esta joven uruguaya está «vinculada al agro desde muy chiquita» gracias a su padre, quien le compartió el amor a la tierra y la naturaleza. «Decidimos con mi esposo venir acá cuando nació Joaquín», el primer hijo de la pareja, que luego tuvo también a Clarita y a Manuel. La idea era «tener más tiempo disponible» para disfrutar la familia y «elegir una vida un poco más acorde a nuestras convicciones».

«Nuestra historia es un poquito al revés de lo convencional», cuando se trata de ruralidad, dice Rosina. Cuando era chica, su padre ya tenía el emprendimiento agrícola pero el trabajo de su madre los llevó a Montevideo. «Ella era el sustento económico y la situación no daba para vivir del campo», rememoró.

En 2004, Rosina entró a la Facultad de Ciencias Económicas, en la capital de Uruguay. «Me recibí de licenciada y pronto estuve trabajando con China, con Brasil, como trader, como esto y como lo otro, pero siempre sabía que en algún momento iba a suceder» el retorno a la finca paterna, porque «siempre estuvo la semillita del gusto por la tierra» en su interior.

La productora remarca que, de todas maneras, «no tuve la obligación de seguir» con el legado agrícola. «Mis padres me dieron libertad de buscar mi vocación, de hacer lo que quisiera». Pero, «cuando sentí que estaba preparada le dije a mi papá: ‘dejo mi trabajo, me voy (a San José) a comercializar tus frutas».

«Y así empecé», sigue Rodríguez con orgullo antes de brindar más detalles sobre su aterrizaje. Su padre está jubilado, «pero me sigue dando una mano fundamental», describe Rosina, quien arrancó como había prometido, poniendo mano a la obra en el frente de la comercialización, por donde se sentía cómoda debido a su formación universitaria en negocios internacionales.

Un viaje a Alemania y un regreso a San José

Como parte del proceso de acercamiento profesional y empresario a la finca agrícola de su padre, Rosina viajó a una feria internacional en Berlín, en Alemania. «Conseguí clientes y le exporté diecisiete contenedores» de manzanas, por lo que quedó claro que el camino elegido era el correcto. En poco tiempo «tenía a mi esposo (compañero incondicional, trabaja en Montevideo, va y viene todos los días) y a mis hijos acá», comenta contenta.
 
Esos primeros pasos confirmaron lo que tantos productores agrícolas en todo el mundo están experimentando en estos tiempos de febriles avances tecnológicos. Un mundo innovador donde «otra mirada generacional no está mal», y en general funciona para brindarle una faceta exportadora o de mejoramiento productivo a los sistemas rurales más tradicionales.

Con este choque de generaciones en mente, Rodríguez remarca que «ahora también es sacrificado» trabajar en el campo, y no precisamente a causa del esfuerzo físico que sus tareas habitualmente imponen. «Hoy en día -subraya- lo que producimos se tiene que adaptar a lo que el consumidor quiere», una exigencia que generó alguna que otra discusión amistosa con su padre, quien argumentaba que «el consumidor tiene que consumir esto porque es comida, ¿cómo lo va a descartar porque tiene una rayita?».

Pero «son las reglas del juego», reconoce. «Empezamos a cambiar las formas de producir para cumplir con el objetivo de ser competitivos. Todo el tiempo nos preguntamos hacia dónde va el mundo, en especial porque la fruticultura es un negocio lento: hoy estamos haciendo viveros de variedades que tengo que mantener productivas por veinticinco años».

El privilegio de trabajar la tierra

Durante su repaso de la vida en el campo, Rosina destacó especialmente el hecho de que, junto a su familia, son colonos en tierras que arrendan al Estado uruguayo. Se trata, apuntó, de una «responsabilidad», tanto con el Instituto Nacional de Colonización como «con el planeta Tierra». Es un «privilegio trabajar esta tierra -continúa-, una tierra que es de todos, que es del Uruguay, no es mía».

Bajo esa premisa, puntualizó Rodríguez, es que «tratamos de trabajar cada rinconcito» de sus 126 hectáreas.

«Hacemos de todo, tenemos varios rubros: fruticultura, ganadería y agricultura». En sus terrenos, sigue Rosina, una de las palabras clave es «rotación». Otras dos son «racionalidad» y «responsabilidad», tanto para elegir y distribuir los cultivos como para utilizar agua para el ganado.

«Desde chiquita le escuchó decir a mi papá: ‘yo la tierra la tomo prestada de mis hijos’. Y ahora que tengo hijos, que soy mamá, nos embanderamos con eso. ¿Qué tierra le quiero dejar a mis hijos? ¿O a otros niños?», pregunta.

Por ahora, gran parte de la respuesta pasa por «pensar cada paso que damos, porque no quiero que el suelo nos pase facturas» por no haber sabido cuidarlo.

Esos pasos tienen que ver, por ejemplo, con diversificar, en especial después de haber aprendido una dura lección cuando, hace tres temporadas, decidieron apostar fuertemente por la soja sin tener forma de saber que llegaba una sequía.

Después de «un enorme esfuerzo de regar, de una descomunal energía» invertida en sembrar, «un domingo de muchísimo calor me paré a ver la soja. El termómetro marcaba 50 grados, se empezaron a arrugar las hojitas, las plantas no soportaron el calor y abortaron las chauchas, a dos semanas de cosechar. Y tuve tres años para pagar esas semillas».

¿Qué aprendió Rosina? Que «hay que pensar muchísimo en qué invertimos y cómo lo hacemos». En vez de aspirar a las grandes escalas, un escenario vulnerable a los efectos de «un clima impredecible que te puede hacer perder todo», Rodríguez elige «hacer menos y mejor», pero «no menos en el sentido de dejar tierra sin trabajar, sino de que cada pedacito se trabaje a conciencia y lo más diversificado posible».

«La manzana es nuestro fuerte y lleva muchos recursos, tanto económicos como de trabajo y energía, además del esfuerzo comercial», explica la productora de San José. Por eso «hay que pensar las variedades, que sean consistentes» y adaptables a los cambios en el clima. «¿No me llueve? Entonces necesito una variedad más aguerrida. ¿Llueve muchísimo? Entonces una variedad que no tenga que salir a curar. Ir un pasito más, pensar cómo contemplar todas las variables», aunque al clima «no lo controlamos ni lo vamos a controlar».

En cuanto al sello Murú, la mamá de Joaquín, Clarita y Manuel declaró que siente una mezcla de «alegría y responsabilidad» por la distinción. «A mí me tocó ser la primera, pero somos muchas», aseguró.

Cuando alguien pasa por un supermercado uruguayo y detecta el sello, aunque las manzanas no tengan diferencias, «sabe que detrás de esa fruta está el esfuerzo de una mujer uruguaya rural».

Es una oportunidad que «no tiene precio: las manzanas van a valer lo mismo, pero para nosotras es una gran oportunidad que el público sepa» que fueron producidas por manos de mujer.

Una finca con capataza

A quienes quieran imitar sus pasos, Rosina les recuerda que ser una mujer rural todavía «no es lo mismo» que ser varón, que «no es tan fácil». Por eso, en su emprendimiento se favorece la mano de obra femenina, para demostrar que sí, se puede. «Tengo tractoristas mujeres… y también varones», dice Rosina divertida. También “son mayoría mujeres en el packaging y en la organización de cuadrillas de trabajo».

Y está también Alexandra, de unos pocos años menos que Rosina pero que conoce el lugar como nadie, ya que cuando tenía apenas trece años, con un permiso especial para menores de edad, se acercaba con su mamá para trabajar en la cosecha de manzanas. Ahora es la encargada del campo, la capataza general, maneja las maquinarias «y no tiene problemas para agarrar ninguna herramienta», cuenta Rodríguez. 

Para las mujeres más jóvenes, esta productora tiene también una sugerencia: «hay lugar para nosotras», las mujeres. Solamente hace falta «ánimo para intentarlo», porque «si hay ganas y voluntad y amor, y un poco de suerte, se puede salir adelante», incluso cuando a veces «el entorno tradicional de la ruralidad nos pueda desanimar».

En todo caso, concluye, «ese es el desafío: ¿por qué no hacer las cosas como yo me lo imagino si el mundo no es el mismo que hace veinte años? A mí me está saliendo bien, no hay motivo por el cual no tenga que haber más mujeres jóvenes» en el campo. «Hay que confiar en lo que tenemos para aportar».

Palabra de Rosina Rodríguez, sello Murú y Líder de la Ruralidad de las Américas.

Más información:
Gerencia de Comunicación Institucional
comunicacion.institucional@iica.int

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