Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

Agricultura Mujeres

Ramona Vargas, una reconocida líder comunitaria de Paraguay que lucha por el comercio justo e impulsa el cultivo de caña de azúcar orgánica, es distinguida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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Ramona Vargas, una reconocida líder comunitaria de Paraguay que lucha por el comercio justo e impulsa el cultivo de caña de azúcar orgánica, es distinguida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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Ramona Vargas, productora de caña de azúcar orgánica, líder cooperativista y presidenta de la Coordinadora Paraguaya de Comercio Justo. 

Asunción, 28 de julio de 2025 (IICA). La vida de Ramona Vargas es una película de la ruralidad en las Américas: creció en una chacra, se formó y trabajó como docente y volvió al campo para cultivar caña de azúcar orgánica y, además, ayudar a los vecinos de su comunidad, formando una cooperativa que impulsa la inserción de la producción de la zona en el circuito internacional del comercio justo.
 
Por su labor, que la convirtió en una distinguida personalidad en su región y en todo Paraguay, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) la eligió como una de las Líderes de la Ruralidad de las Américas.
 
Ramona recibirá el premio Alma de la Ruralidad, una iniciativa del organismo del Sistema Interamericano especializado en desarrollo agropecuario y rural, para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en los campos del continente. Ellos y ellas son personas clave para promover la conservación del planeta e impulsar la seguridad alimentaria y nutricional.
 
«Nací en Paraguarí, el noveno departamento de nuestro país, pero no crecí con mis padres sino con mis abuelos, que trabajaban en una chacra», comienza a repasar su historia Ramona. Hablando desde la oficina de la cooperativa que gestiona, Vargas reconoce que aquellas labores de niña en el campo («ahora estoy por cumplir 66 años», informa) la ayudaron a «aprender muchísimas cosas». Sin embargo, su abuelo consideró que no era suficiente y la hizo estudiar. Se recibió como docente y marchó a trabajar como maestra en una escuela del departamento del Guairá, desde entonces su hogar.
 
Emulando a su abuelo, Ramona quiso que sus hijos -dos varones y una mujer- fueran profesionales. Y le hicieron caso: dos de ellos son veterinarios y uno es odontólogo. Su carrera como docente, que incluyó varios años como directora de área, concluyó cuando se jubiló después de 26 años en el mundo de la enseñanza.
 
Pero para Vargas se trató solamente del final de un capítulo y el comienzo de otro diferente, aunque no tan nuevo. “Charlando con un compañero de la zona, también jubilado, le dije: ‘ahora que ya no tenemos compromisos con la escuela, podemos formar una cooperativa acá, en nuestra zona'», rememora la productora paraguaya. Esa conversación se registró a mediados de 2012, y en setiembre de ese mismo año la cooperativa estaba oficializada y en funcionamiento.

Cuando arrancaron con ese proyecto, «no teníamos nada, nada», describe Ramona. «Para hacer trámites y gestiones teníamos que pagar de nuestros bolsillos, pero gracias a Dios creció nuestra cooperativa, tenemos dos hermosos locales propios, pudimos entrar al comercio justo y con la producción de caña orgánica», añade Vargas. 

El valor de producir y comer sano
 
Mientras trabajaba como docente, su esposo seguía al frente de la finca familiar. «Cuando nos casamos -cuenta- éramos muy humildes, empezamos haciéndonos una casita en la chacra» para vivir allí y seguir adelante con la producción. Los años en Paraguarí, junto a sus abuelos, también fueron muy modestos, aunque con una importante diferencia: la caña de azúcar se cultivaba básicamente para consumo personal.
 
«Mi abuelo no compraba azúcar, había un trapiche con buey, se hacía la miel y se cargaba en un tambor», relata la dirigente cooperativista. El contenido de ese tambor se usaba para hacer jugo, para comer con maní, para preparar el kaguyjy, una mazamorra que se cocina con leche y miel de caña. «Mi abuelo era muy trabajador y casi no se compraba nada afuera -destaca Ramona-, comíamos siempre sano».
 
Precisamente, como parte de este círculo vital que llevó a Vargas de la chacra de su abuelo a la docencia y después a fundar una cooperativa y ser elegida presidenta de la Coordinadora Paraguaya de Comercio Justo, el «comer siempre sano» es un importante norte de toda su actividad. En este caso, se trata de promover el cultivo orgánico de la caña de azúcar, uno de los principales productos agrícolas de Paraguay.
 
La tarea, explica Ramona, no es sencilla y a veces incluso es complicado generar los ingresos necesarios para mantener el ciclo de producción. El cultivo de la caña orgánica, remarca, es «totalmente diferente» al de la caña convencional. Los productores que forman parte de la cooperativa, continúa, tienen que cumplir con todos los requisitos que se exigen para mantenerse en el circuito del comercio justo y pasar por auditorías internacionales todos los años.

Como con cualquier otro cultivo de este tipo, está completamente prohibido aplicar abonos que no sean orgánicos, también la cal para «sanar» el suelo tiene que ser orgánica. Hay que mantener limpios los cañaverales, tener un rancho en buenas condiciones y agua potable para el personal y un proceso de recolección de desperdicios adecuado y todo lo ecológico posible. Los inspectores que confirman la certificación, dice Vargas, no deben ver «ni una cosa de plástico» en la finca.
 
Periódicamente, la cooperativa o la coordinadora organizan reuniones de capacitación. Los productores de la zona «nos ayudamos entre todos», asegura Vargas. Ellos cuidan, por ejemplo, que nadie propicie quemazones de tierras.
 
También se trabaja para conseguir financiamientos que se invierten en maquinaria que benefician a todos los miembros de la cooperativa. Así, para ayudar a los productores, se adquirió una pinza cargadora que sirve para levantar la caña hasta los camiones y evitar que la tengan que mover sobre los hombros. Y cuentan además con un tractor grande con tres implementos: surcador, subsolador y carpidora.

Ramona Vargas y los demás productores de caña de azúcar orgánica de la cooperativa que formó en 2012, deben cumplir con todos los requisitos que se exigen para mantenerse en el circuito del comercio justo, y pasar por auditorías internacionales todos los años.

Conocer y valorar
 
Toda la asistencia que pueda generar la cooperativa es muy bienvenida por los productores, quienes muchas veces deben enfrentar serios obstáculos cuando mantienen fincas orgánicas. Algunos de esos problemas son impuestos por la naturaleza, como la sequía, pero otros tienen origen humano, según cuenta Vargas. No es raro que los ingenios se retrasen en sus pagos y suele ocurrir que el precio pagado por la caña orgánica marque niveles más bajos que los que se abonan por la caña convencional.
 
«Estamos luchando -dice Ramona- porque casi no hay diferencia de precio» entre las dos cañas, «y el mantenimiento de un producto orgánico es mucho más caro».

¿Qué se puede hacer para revertir esa situación y seguir impulsando la producción orgánica? Vargas propone empezar por «valorar realmente la naturaleza y la tierra, que es la que nos da la vida, ya que de ahí sacamos nuestra alimentación». Y llevarle esa verdad al consumidor, algo que la cooperativa hace, por ejemplo, organizando ferias semanales de productos agrícolas, tanto en zonas rurales como en ciudades como Villarrica, adonde llevan frutas y hortalizas, quesos, leche, carnes y pollos. 
 
«La gente viene a comprar y le explicamos que hay que valorar nuestra producción, que es sana, sin venenos, y a veces mucho más barata y es fresquita -remarca-. La traemos de nuestra huerta directo para venderles y le hacemos un precio muy económico». Y agrega: «yo no pierdo la esperanza de que vamos a ir mejorando: la gente se va a dar cuenta de lo importante que es la producción orgánica, pasa que a veces no se la valora porque no se la conoce».
 
«La caña es nuestra realidad»
 
Ramona Vargas está atravesando su segundo periodo como presidenta de la Coordinadora Paraguaya de Comercio Justo y está agradecida a sus compañeros y colegas por la renovación de la confianza. Pero también reconoce que no es tan común ver a una mujer en ese tipo de posiciones de dirigencia, y a veces ni siquiera manejando las cosas en una finca.

Ramona Vargas cumple con su segundo periodo como presidenta de la Coordinadora Paraguaya de Comercio Justo, agradecida con sus compañeros y colegas por el respaldo a su trabajo.  

La productora cañera tiene una fórmula muy sencilla para seguir cambiando las cosas en ese frente. «Le digo a los varones: ‘si trabajan solamente ustedes y las mujeres nos quedamos en la casa, sin producir nada, entonces ustedes tienen que trabajar el doble, y a veces el triple, porque las cosas están muy caras'».
 
De todas maneras, reconoce, las mujeres en la vida rural de Paraguay «estamos ganando muchísimo espacio». La participación femenina en las tareas productivas, subraya, «es importante», al igual que la apertura de nuevas oportunidades. En otros tiempos, comparte Vargas, «ni siquiera participábamos de las reuniones porque estábamos limitadas a cuidar la casa».

Aunque siguen existiendo los obstáculos, «estamos luchando y estamos avanzando», dice Ramona, y concluye: «nosotros amamos nuestro cultivo, lo conocemos y lo sabemos manejar, por eso nadie quiere alejarse de la caña, esa es nuestra realidad».

Más información:
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