Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

Agricultura Mujeres

Gisela Illescas Palma, una dirigente rural enamorada del campo y promotora del desarrollo sostenible, e impulsora de una particular marca de café, es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas 

Agricultura Mujeres

Gisela Illescas Palma, una dirigente rural enamorada del campo y promotora del desarrollo sostenible, e impulsora de una particular marca de café, es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas 

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Illescas destaca por su labor para favorecer el desarrollo de decenas de familias campesinas en su región, defendiendo los derechos de las mujeres rurales, y remarcando el ejemplo inspirador de su pasión por la tierra y el café.

Ciudad de México, 8 de octubre, 2025 (IICA). «Mi madre es una mujer indígena y mi padre es campesino», se presenta Gisela Illescas durante la entrevista. «Soy hija de dirigentes rurales y crecí siempre en el trabajo comunitario, siempre al lado de la gente” de Ixhuatlán del Café, en el estado mexicano de Veracruz, donde -como el nombre lo indica- «las familias nos dedicamos a la producción de café«.

Si bien se convirtió en la primera de su familia en completar una carrera universitaria y obtener su título profesional, a Illescas le sigue gustando mucho hablar de sus orígenes. Como sus padres pasaban gran parte del tiempo abocados a sus tareas en favor de la organización de pequeños productores rurales, a la pequeña Gisela la crió su abuela paterna, Dominga, «una mujer netamente campesina que siempre se dedicó a cultivar café» y le compartió los secretos de su cultivo. 

«La mayor parte de las cosas que yo sé, por el lado de la producción de café, de las plantas medicinales y del vínculo de las mujeres con el manejo de la biodiversidad, lo heredé de mi abuela», cuenta Illescas. Al volver de la escuela, donde pasaba sus mañanas, aquella niña transcurría sus horas en el campo con la abuela Dominga, viviendo alrededor del ciclo natural anual de la tierra. 

Por su trabajo para favorecer el desarrollo de decenas de familias campesinas de su región, la defensa de los derechos de las mujeres rurales, y remarcando el ejemplo inspirador de su pasión por la tierra y el café, Illescas fue distinguida como Líder de la Ruralidad de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

Gisela recibirá el premio «Alma de la Ruralidad», parte de un proyecto del IICA para reconocer y dar visibilidad a mujeres y hombres que dejan su huella y marcan diferencias en los campos del continente, al tiempo que son figuras fundamentales para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad de la región y el planeta.

Para esta joven líder rural mexicana, el café es mucho más que un simple cultivo. Su vida, confiesa, siempre estuvo regida «por el cíclo de producción» del apreciado grano. «Si era tiempo de cosecha íbamos a cortar, o salíamos a plantar, pero también cosechamos otros productos, porque los cafetales aquí son biodiversos, de sombra, y se parecen a huertos donde uno va a recoger alimentos y también plantas medicinales».  Para Gisela vivir en armonía con el café tambien ha significado conectar con los ciclos de la Madre Tierra, la biodiversidad y tambien la energía femenina, los elementos de la naturaleza, siempre en el pulso constante al equlibrio.

La abuela Dominga, una figura crucial en sus recuerdos, «no sabía leer ni escribir», sigue Illescas. «A mí me tocaba apoyarla, llevando las cuentas del café que cosechaba, o acompañándola a venderlo para que le pagaran lo justo». Esos eran tiempos de salir a cortar al campo y quedarse a pasar la noche al aire libre para seguir las labores al día siguiente en las plantaciones”. 

«Solo nos poníamos algo encima para que no nos afectaran la brisa o el rocío, y dormíamos en la oscuridad del campo -rememora-, escuchando los sonidos de los insectos, sin miedo a nada, mirando las estrellas y levantándonos muy temprano por la mañana». 

Fueron «momentos maravillosos en los que nos sentíamos hijas de la Madre Tierra sus guardianas y parte de su misma escencia” relata Gisela. De todas maneras, había otra llamada para la niña que iba y volvía del pueblo para completar la escuela primaria y la secundaria. Una beca le abrió ese camino y a los 15 años marchó a estudiar a la Universidad Autónoma Chapingo, en el estado de México, especializada en carreras relacionadas con la agricultura. 

De hecho, el momento no pudo haber sido más oportuno: en aquellos años la universidad estaba desarrollando su departamento de Agroecología, la carrera que terminó de conquistarla con su combinación de materias que -según explica el centro de estudios en su sitio de Internet- «integra saberes tradicionales y científicos, considerando la diversidad ambiental, social, económica y cultural del país», promoviendo la soberanía alimentaria, el comercio justo y «la conservación de la naturaleza». 

Es decir, la carrera ideal para una persona que creció durmiendo en el campo bajo las estrellas, en conexión con las energías elementales, aprendiendo de la madre tierra y de su abuela. 

«Acabo de cumplir 25 años de egresada de la universidad -comenta Illescas en este sentido-, y haciendo un balance reconozco que esos estudios me sirvieron para impulsar todo lo que estuve construyendo, actualmente a través de consultorías y siempre desarrollando herramientas para la transformación social de las mujeres rurales e indígenas». 

En el terreno personal, agrega, «elegí dedicarme también a la producción y tengo mi propia parcela de café junto a mi esposo y mis hijas». Allí, señala, junto a su familia produce café pero también hoja de plátano, que en México se utiliza para la elaboración de tamales. No faltan las flores y los insumos para medicina herbolaria. «Todo esto es para mí una bendición, la posibilidad de trabajar desde lo familiar pero también en lo comunitario, articulando con los movimientos sociales, que son un fuerte motor de transformaciones». Su voz se trasmite con orgullo al hablar de ese equilibro entre su ser interior, la tierra, la familia y el activismo. 

Desde hace algunos años, cuenta Illescas, las organizaciones comunitarias de la zona están impulsando programas de agroturismo, para mostrar a otras personas cómo es la vida digna en el campo. 

«Desde la semilla hasta la taza»

Puntualmente, uno de los principales terrenos de trabajo de Illescas es el del café, una actividad en la cual los pequeños productores deben convivir con, entre otras cosas, el problema de la fluctuación de los precios y el peso de la gran agroindustria del grano. Frente a eso, explica, «nosotros iniciamos un proceso organizativo y tenemos varias áreas de trabajo que nos permiten tener el control de la producción desde la semilla hasta la taza».  

«Reproducimos las plantas en los viveros, son plantas de alta calidad que después se siembran en cafetales agroecológicos de sombra, que se manejan de manera orgánica», enumera la dirigente mexicana. Después, cada familia lleva adelante la transformación del grano de café «y en conjunto tenemos una cooperativa a través de la cual comercializamos» el producto final, una parte del cual se exporta. 


Desde hace algunos años, cuenta Illescas, las organizaciones comunitarias de la zona también están impulsando programas de agroturismo, «para que podamos mostrar a otras personas cómo es la vida digna del campo», una vida que -asegura- tiene «muchos otros sentidos más allá de lo económico, de lo comercial o de lo productivo», que «tiene que ver con hacer esa pausa para poder respirar, poder comer tranquilamente». 

«Sentimos que la vida en el campo es suficiente» para una existencia plena y «que nosotros elegimos ser aquí los guardianes de la madre tierra, ser sus hijos e hijas», elabora Gisela. Permanecer en la tierra de los ancestros, dedicarse al cultivo de la tierra, afirma, «sigue siendo un acto de profundo amor, de profundo compromiso, de profunda responsabilidad también, porque estamos custodiando la vida a través de las semillas, a través de la alimentación, no solamente para nuestras comunidades sino para la humanidad».

Un delicioso chocoflán en el parque Hidalgo

El detalle más colorido de todas estas importantes iniciativas tiene forma de cafetería: se llama Femcafé y es el local insignia de la marca del mismo nombre, un emprendimiento que garantiza que lo que se está por beber fue producido, en todas sus etapas, por mujeres rurales. Ubicada en el parque Miguel Hidalgo en Ixhuatlán del Café, está atendida por jóvenes de la zona, abre de lunes a viernes, y los domingos, desde las 10 hasta las 21 y se puede saber más visitando sus perfiles en Instagram y Facebook (@cafeteriafemcafe)

Gisela apunta que la tienda es, además, parte de una creciente tendencia que se viene registrando en México y en algunos países de América Central: el mejor café no solamente se exporta sino que también se disfruta en casa. «Antes tomábamos café sin saber cuál era el bueno, muchas veces era no lo que ya no se podía vender o comercializar, pero ahora aprendimos a tomar café, a sentir que lo merecemos y a disfrutarlo», remarca. 

«Esperamos que en el futuro haya cien cafeterías más» de Femcafé, se entusiasma Illescas, «porque eso también nos permite mostrar cuál es el origen de una buena taza de café». En la tienda del parque Miguel Hidalgo hacen parte de la cooperativa jóvenes rurales de la zona que hicieron los necesarios cursos de barista. Así, enfatiza Gisela, «podemos disfrutar de los granos de especialidad» cultivados de manera artesanal y procesados luego en modernas máquinas de espresso. 

También se ofrecen postres artesanales, algunos de los cuales aparecen en los brillantes comentarios que recibe la tienda en las páginas de Internet. ¿Alguien pidió chocoflán con una latte de macadamia?

Para Gisela vivir en armonía con el café también ha significado conectar con los ciclos de la Madre Tierra, la biodiversidad, la energía femenina y los elementos de la naturaleza.

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Más información:
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comunicacion.institucional@iica.int

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