Países del Caribe relataron en COP 29 el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos sobre la agricultura y mostraron su trabajo para ser resilientes
Bakú, Azerbaiyán, 22 de noviembre de 2024 (IICA) – Los pequeños estados insulares del Caribe están entre los más vulnerables del mundo y trabajan para construir resiliencia en sus sistemas agroalimentarios, que sienten el impacto de desastres naturales cada vez más frecuentes.
La realidad que enfrentan los agricultores de los países caribeños, cuyos medios de vida están bajo amenaza, fue contada a los participantes de la COP 29 en el pabellón que el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) instaló en esta cita global.
Participaron el ministro de Agricultura y Seguridad Alimentaria de Belice, José Abelardo Mai; el Director Ejecutivo del Centro de Cambio Climático de la Comunidad Caribeña, Collin Young; y el Gerente de Cambio Climático y Manejo de Riesgo de Desastres de la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS), Crispin D’Auvergne.
Mai fue uno de los dos ministros de Agricultura del Caribe que asistieron a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, junto a Roland Royer, de Dominica. Ambos atrajeron la atención con su presencia en la Casa de la Agricultura sostenible de las Américas, denominación que recibió el pabellón del IICA y sus socios en Bakú.
“En Belice -contó Mai- tenemos habitualmente dos siembras de maíz: una en junio y otra en noviembre. Últimamente, los agricultores ya han aprendido que si siembran en junio los riesgos son mayores, porque la temporada coincide con el pico del tiempo de huracanes. Entonces, ya saben que es mejor sembrar en noviembre, aunque tienen el problema de que el período de cultivo se hace más largo”.
Mai dijo que la sociedad con el IICA y con otros organismos internacionales es clave para proveer financiamiento, capacidades técnicas y apoyo.
“Los agricultores son el actor clave para que las transformaciones se produzcan y obtengamos resultados. El sector agropecuario de Belice enfrenta muchos desafíos, especialmente para los pequeños agricultores, que son mayoría en el país. El financiamiento muchas veces no llega, pero las necesidades son urgentes”, afirmó.
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Collin Young, con larga experiencia en la cuestión de la relación entre agricultura y clima en el Caribe, dio detalles de un proyecto para resiliencia de productores de caña de azúcar en el norte de Belice, con financiación del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por sus iniciales en inglés).
“Tenemos que comunicar y mostrar la evidencia del éxito de estos proyectos, para expandir las buenas prácticas. Es fundamental que las buenas prácticas se extiendan y los ejemplos son imprescindibles para ello. Si estás construyendo resiliencia en el sector agropecuario, estás mejorando las condiciones de vida de las comunidades rurales y eso debe ser comunicado”, sostuvo.
“Es absolutamente claro que necesitamos alianzas y coaliciones porque no podemos enfrentar solos esta realidad. El IICA opera en los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM), construyendo capacidades y aportando nuevas herramientas; juega un rol esencial y también tenemos otras entidades que juegan un papel importante. Pero esa ayuda debe funcionar de manera integrada para tener más impacto”, concluyó.
D’Auvergne reveló que la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS) está compuesta por once países, que trabajan para ser resilientes, a pesar de que el cambio climático está evolucionando más rápidamente de lo que se había supuesto.
“Mucha gente pensaba hasta hace poco, que sería un problema de las próximas generaciones, pero eso no ha sucedido. Hoy, un huracán es capaz de destruir enteramente la economía de un país. Pasó en Dominica, por ejemplo, en 2017, que tardó varios años en recuperarse”, dijo.
D’Auvergne aseguró que los países están haciendo todo lo que pueden, pero la falta de financiamiento internacional es un obstáculo.
“Hay que tener en cuenta -finalizó- que en muchos países del Caribe el cambio climático no es el único problema, sino que se suman otros problemas. El turismo aporta dinero, pero demanda alimentos, que muchas veces deben importarse. También hay un problema de productividad y de falta de fuerza laboral en las áreas rurales, por la migración de los jóvenes. Si el objetivo es construir resiliencia, es imprescindible atraer a los jóvenes a la agricultura en el Caribe”.
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