Ante la crisis provocada por el covid-19, la semilla de piñón que se cosecha en Ecuador se ha transformado en un recurso doblemente importante: fuente de energía limpia y sustento económico para cientos de familias.
Quito, 1 de octubre de 2020 (IICA). Todos los años, entre marzo y junio, alrededor de 1.200 familias recolectoras de áreas rurales de la provincia de Manabí, en la costa sur de Ecuador, salen a los más de 12 700 km de cercas vivas de piñón a cosechar sus semillas.
El piñón es un arbusto perenne que crece en zonas secas ecuatorianas y cuya adaptabilidad a condiciones extremas de clima y suelo lo hacen muy valioso como alternativa de cultivo para familias agricultoras en lugares vulnerables.
Luego de recolectarlo, venden las semillas en cerca de 56 centros de acopio de socios de la Cooperativa de Productores de Cercas Vivas de Manabí (COOPROCERMA), donde se encargan de recogerlo y producir aceite vegetal puro de piñón (AVP), que luego es utilizado como biocombustible para la generación eléctrica limpia en la isla Floreana, en Galápagos.
Se trata de un proyecto impulsado por el Ministerio de Energía y Recursos Naturales no Renovables de Ecuador, y apoyado desde 2008 por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
El dinero obtenido es vital para las familias de Manabí, sobre todo en momentos en que otros trabajos y actividades han sido suspendidos por la pandemia. Para muchas de ellas es el único sustento económico: cada quintal de piñón en cáscara es comprado en USD 10, dinero que les sirve para acceder a víveres y útiles escolares para los niños.
De piñón a biocombustible
Andrés Viteri es uno de los 100 socios de COOPROCERMA y cuenta cómo se organiza el proceso de producción de aceite vegetal puro: “Después de recoger y trasladar la semilla a los centros de extracción, el piñón se descascara y se introduce en una máquina que separa el aceite y luego se lo deja decantar, el sobrante se llama torta de piñon y es vendido o regalado para hacer abono”, detalló.
El aceite que no se decanta, se trata y se transforma en AVP para enviar a Galápagos, mientras que la fracción restante es utilizada para producir jabones y una línea de bioscosméticos para el cuidado de la piel y el cabello. Un ciclo perfectamente sustentable que saca provecho a toda la semilla, sin generar desechos.
Además de promover el desarrollo rural y asegurar el sustento de estas familias, el impacto de la cadena de valor del biocombustible de piñón es vital para el medio ambiente: un quintal de piñón equivale a USD 10 y con él se reducen 12Kg de CO2; cuatro quintales de piñón son USD 40 y sirven para producir energía limpia para una familia de cuatro personas por un mes; y finalmente, 1.000 quintales de piñón equivalen a USD 10.000 y producen tres meses de energía eléctrica limpia para todos los habitantes de la isla Floreana, en Galápagos.
Salvar la cosecha
Como en todo el mundo, la pandemia provocada por covid-19 también afectó esta valiosa cadena. Andrés Viteri reveló que el principal perjuicio vino del miedo al contagio, que se tradujo en centros de acopio que decidieron cerrar y, por lo tanto, familias que tampoco fueron a cosechar.
Al mismo tiempo, los trabajos regulares de muchos habitantes de Manabí fueron suspendidos por la crisis, por lo que la cosecha de piñón se transformó en su única posibilidad de sustento.
“Esta situación nos obligó a adaptarnos y buscar alternativas para dar garantías a esas familias, entre los miembros de la cooperativa nos organizamos y fuimos directamente a buscar los quintales a sus casas” relató Viteri.
Los miembros de la cooperativa pidieron un crédito para comprar la cosecha.
“Mientras lo aprobaban, algunos miembros de la cooperativa aportamos. Yo invertí cerca de USD 10.000 para comprar 720 quintales y así poder llegar a la meta anual de 3.000. Finalmente, se trata de salvar una cadena que es vital para muchas personas, para las familias el piñón significa un ingreso adicional que puede ayudarles en tiempos de crisis, para subsistir y alimentarse”, afirmó Andrés García, gerente de la cooperativa COOPROCERMA.
El papel del IICA en el proyecto Piñón
Ecuador es el primer país del mundo que reconoce en su Constitución derechos a la naturaleza, por esto, el gobierno impulsa la iniciativa Cero Combustibles Fósiles en las Islas Galápagos – declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1978 por la Unesco –, a fin de evitar los riesgos de derrames de combustibles, diversificar su matriz energética y contribuir con la reducción de gases de efecto invernadero.
Por esto, el proyecto del Ministerio de Energía y Recursos Naturales no Renovables de Ecuador y apoyado por el IICA procura sustituir el diésel por aceite vegetal puro (AVP) de piñón en la generación eléctrica de la Isla Floreana de Galápagos.
A partir de los saberes locales y las tecnologías y herramientas adquiridas, se ha diversificado la producción y hoy, además de fabricar AVP, se elaboran biocosméticos de venta comercial. Así, bajo la marca D´Piñón, se fabrican jabones, cremas faciales, cremas de manos, champú y acondicionador con altos estándares técnicos nacionales e internacionales.
Margarita Baquero, especialista del IICA en Ecuador, reveló que la ejecución del proyecto ha constituido todo un reto, ya que no existía la cadena de valor del piñón. Gracias a esta iniciativa, se ha demostrado que la producción limpia de biocombustibles y el aprovechamiento de todos sus subproductos puede generar una industria ecológica, responsable y sostenible.
Desde COPROCERMA, Andrés García, aseguró que “la ayuda técnica y financiera del IICA ha sido fundamental para profesionalizar los subproductos del aceite de piñón y así abrir una nueva fuente de trabajo y de recursos para las familias de Manabí”.
El proyecto prevé contribuir a reducir el consumo de diésel para la generación de electricidad en las islas Galápagos, mejorando con ello la calidad de vida de más de 3.600 productores manabitas y aportando al desarrollo rural de quienes cosechan piñón y que hoy dependen de esta cadena de valor.
Más información:
Gerencia de Comunicación Institucional