
Por su trabajo, Suazo fue reconocido como uno de las «Líderes de la Ruralidad de las Américas» por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
San José, Costa Rica, 16 de mayo de 2025 (IICA) – A mediados de los años ’90, poco después de completar en Tegucigalpa su carrera de Trabajo Social, a Dagoberto Suazo se le presentó la oportunidad de seguir estudiando en los Países Bajos. Aquella expedición europea terminó siendo un viaje iniciático que le hizo identificar la necesidad de abrir nuevos mercados de exportación al café hondureño.
De regreso en la nación centroamericana, para Dagoberto, actualmente titular de la Central de Cooperativas Cafetaleras de Honduras, la misión estaba clara: posicionar el café de su país, mejorar la situación de los productores y abrir nuevos mercados.
Por su trabajo, Suazo fue reconocido como uno de las «Líderes de la Ruralidad de las Américas» por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y en esa condición recibirá el «Alma de la Ruralidad», distinción creada por el organismo internacional especializado en desarrollo agrícola y rural para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella, haciendo la diferencia en la ruralidad del continente americano.
El lazo de este productor y dirigente rural con el café se remonta a sus primeros años de vida. Suazo nació en el departamento de Yoro, en el municipio de Olanchito. Y aunque su familia se mudó a Tegucigalpa cuando tenía apenas dos años de edad, «siempre estuvimos vinculados con el campo, en las vacaciones íbamos a nuestra finca a ver los cultivos de maíz y de frijoles, las hortalizas y el café».
Ese vínculo, cuenta, se mantuvo en sus tiempos de estudiante en la capital. Seguir conectado con su familia, trabajar periódicamente en el campo fue «abriendo un cariño especial hacia el sector agrícola en general y hacia el café en particular», asegura Suazo.
Por eso fue que, desde aquellos momentos, trató de conectar «nuestra práctica profesional con el campo, estudiando las condiciones de las zonas rurales y cómo mejorar las condiciones de vida de los productores».
Una puerta impensada se abrió cuando a su compañera le ofrecieron una beca para estudiar en los Países Bajos. Dagoberto logró que la oportunidad se extendiera a ambos y salieron juntos hacia Europa, donde Suazo profundizó sus estudios agrícolas en la prestigiosa Universidad de Wageningen.
«Cuando regresamos nos vinculamos directamente con la producción del café» en Honduras, pero antes aprovechó el viaje de estudios para ver «cómo el consumo de café» de calidad «se expandía» en los negocios holandeses y también de Francia, Alemania y las naciones escandinavas, entre otras. «Vimos que se trataba de una gran oportunidad para Honduras, de lograr que, a través del café, se alcancen mejores niveles de desarrollo» en su país de origen.
El reto, señaló Suazo mirando hacia el siglo pasado, era se mejorar la productividad y calidad del café. «Vimos esa situación, tratamos de entender las problemáticas y nos pusimos a buscar soluciones», relata, y recuerda que, como fruto de esos esfuerzos, nació en 1997 la Central de Cooperativas y arrancaron la producción de café diferenciado y el cultivo orgánico.

Dagoberto estima que cerca del 90 por ciento de los productores de café en Honduras son pequeños emprendedores que, en general, tienen acceso limitado al financiamiento, un problema extendido en América Latina y el Caribe.
Buscando una gracia de tres años
Dagoberto estima que cerca del 90 por ciento de los productores de café en Honduras son pequeños emprendedores que, en general, tienen acceso limitado al financiamiento, un problema extendido en América Latina y el Caribe.
En algún momento, destacó, algunas herramientas financieras aparecieron en el horizonte de los pequeños cafetaleros y fue suficiente para que al menos se llevaran a cabo renovaciones de fincas y mejoras de los cultivos y para dejar en claro que, a través de ese camino, podía crecer el sector rural en Honduras.
Con gran parte del negocio del café donde los productores tenían baja incidencia, señaló Suazo, es imperativo que los pequeños productores puedan consolidar sus exportaciones directas.
Una dinámica de amor a la tierra
Entretanto, otras iniciativas fortalecen el sector y activan esperanzas. Entre ellas se destaca el crecimiento de la Escuela de Catadores de café, que arrancó en 2002 y ya produjo más de trescientos técnicos en control de calidad del grano. «En los años ’80 -rememoró Suazo-, en Honduras había solamente un catador, mientras que cada empresa en los otros países de la región tenía su propio catador identificando las diferentes calidades de café», una actividad clave para impulsar la exportación de grano de valor.
«Trajimos un catador de El Salvador, hicimos una alianza con un instituto educativo local y de allí salió la Escuela de Catadores, que viene teniendo un éxito enorme», subraya orgulloso el dirigente. «Ahora no hay en Honduras cooperativa, productora o exportadora que no tenga al menos un catador».
Otra iniciativa importante para el sector fue el «trabajo fuerte que se hizo para que también en el país se consuma un buen café», que la producción de excelencia no esté limitada a quienes beben café hondureño en el exterior, apuntó Suazo. «Ahora, si vamos a San Pedro Sula o a Tegucigalpa, al departamento de Occidente o a la zona oriental, en todos lados se toma un café de excelente calidad», en contraste con «aquellos tiempos» cuando «eso no era posible, cuando la bebida era de baja calidad», agregó Dagoberto.
Se trata, enfatizó el líder cooperativista, de un círculo virtuoso que beneficia a todo el país: «el café -dijo Suazo- tiene que ser pieza fundamental para el desarrollo» de Honduras, una especie de campo de ensayo para iniciativas de mejora de calidad y de impulso de herramientas de financiación que luego se pueden «desarrollar con otros productos agrícolas”.
«Tenemos las condiciones para que esos productos se conviertan en los impulsores del desarrollo» del país centroamericano, «cuya principal actividad económica es actualmente la agricultura», subrayó.
Después de todo, en medio de los esfuerzos y los logros y a pesar de los retos, «en el sector del café hay una dinámica del cariño», aseguró Dagoberto, una tradición que hace «que difícilmente una familia cafetalera deje de ser cafetalera». Algunos miembros de esas familias «pueden dejar la actividad, pero siempre hay quienes se siguen dedicando» a este maravilloso cultivo.
«Hay un cariño, un amor, algo que es intrínseco al productor que hace que no se deje de cultivar» café. «Puede bajar la producción, pero se sigue adelante, todo el mundo quiere seguir siendo cafetalero», describe Suazo.
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