Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

Innovación Juventud rural Productividad

Duhaje Jennings, productor que le puso ciencia y pasión a la apicultura de Jamaica e impulsor de nuevas generaciones de criadores de abejas, es reconocido por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

Innovación Juventud rural Productividad

Duhaje Jennings, productor que le puso ciencia y pasión a la apicultura de Jamaica e impulsor de nuevas generaciones de criadores de abejas, es reconocido por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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Duhaje Jennings, un visionario de la apicultura en Jamaica, muestra su conexión con las abejas, cuyo trabajo incansable ha sido la base de su exitosa empresa Dada B’s.

Kingston, 16 de julio de 2025 (IICA). Duhaje Jennings tiene 38 años de edad y es dueño de su propia empresa, Dada B’s (léase Dada bees, que en inglés significa abejas), la principal proveedora de colonias de estos laboriosos insectos en todo Jamaica. Pero la suya es una historia exitosa que comenzó hace bastante tiempo, cuando Duhaje era pequeño y visitaba a su abuelo, apicultor, en la parroquia de St. James, una de las 14 divisiones de la isla. Allí visitaba las colmenas y, aunque cada tanto recibía una picadura, se enamoró de estas «criaturas», como le gusta llamarlas. 

Divertido, Duhaje cuenta que todavía sigue recibiendo algún que otro aguijonazo, pero las abejas son ahora no solamente su sustento sino la base de sus metas personales y empresariales, además de la plataforma que le permite crear empleo a su alrededor y ayudar a otros jamaiquinos a entrar al mundo de la producción apícola y agropecuaria. 

Por su trabajo como difusor de la apicultura y en favor de las comunidades de pequeños productores en Jamaica y de los jóvenes interesados en una vida en el campo, Jennings fue reconocido como uno de los «Líderes de la Ruralidad de las Américas» por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Por eso recibirá «Alma de la Ruralidad», el premio creado por el organismo multilateral para visibilizar a hombres y mujeres que dejan su marca, que hacen la diferencia en todo lo relacionado con la tierra en el continente.

Durante esta entrevista, Jennings contó que, cuando comenzó su carrera con las abejas, sus padres «pensaron que estaba loco al apostar tan fuerte por la apicultura, que en ese momento no generaba muchas ganancias». «Ellos querían ver a su hijo estudiando medicina, y en cambio me dediqué a las colmenas», rememora. 

Sin embargo, la decisión rindió frutos y hoy es uno de los empresarios más reconocidos de su país y la región en este sector. Y si gracias a un artefacto que manipule el paso del tiempo pudiera encontrarse cara a cara con el «joven Duhaje» en el momento de hacer esa apuesta de vida, el productor caribeño le diría «hazlo, no mires atrás, no escuches a los naysayers», los aguafiestas que se dedican a aplastar ambiciones ajenas. «Gracias a la apicultura -resume- me convertí en el hombre que soy hoy». 

Si hay que respetar puntualmente las cronologías, el momento de decisión llegó cuando Jennings tenía 18 años y aprendía biología molecular y botánica en la University of the West Indies, en Kingston. «Un día me pregunté ‘¿qué voy a hacer cuando terminé los estudios?'». La respuesta combinó varios factores, comenzando por el hecho de que la ciencia era una de sus pasiones. En esos tiempos, añade, «no había mucha gente con bagaje científico en este terreno y pensé que podía ocupar ese espacio». 

Familiarizado con la crianza y con el negocio de las abejas desde los años en que visitaba a su abuelo en St. James, se trató de una transición sencilla pero que requirió también mucho esfuerzo. Al principio fueron apenas cinco colonias de abejas, un número que palidece con las cerca de mil que desarrolla por año para su propio emprendimiento y para sus clientes. 

Para ampliar la colección de herramientas que aplica en el crecimiento de Dada B’s, Jennings se anotó en un posgrado para recibir un máster en negocios y en un doctorado en educación y training, «porque mi pasión es compartir el conocimiento que obtuve a lo largo de los años y mi perspectiva» sobre la apicultura, afirma.
Por si fuera poco, Duhaje estudió derecho y avanza hacia su certificación como abogado, «para asistir legalmente a los productores y ayudar a desarrollar políticas» para el sector. Todos los títulos, en su caso, están conectados con la cría de abejas. 

Jennings utiliza tecnología avanzada para la producción de abejas reinas, que ahora se pueden desarrollar de manera artificial en receptáculos plásticos e incubadoras.

«Escuchando» a las abejas

Jennings asegura que es «fantástico trabajar con las abejas», porque es «sentirse muy cercano a la naturaleza» pero también una práctica que puede ayudar a cualquier persona a encontrar su propio lugar: «estas pequeñas criaturas son capaces de enseñarnos muchas cosas, como su manera de trabajar o la forma en que cumplen tareas complejas de una manera que parece sencilla». 

«Yo aprendo de ellas -confiesa-. Mi forma de trabajar en apicultura es dejar que las abejas me ‘cuenten’ lo que está pasando» en las colmenas. Se trata de una actitud muy útil, por ejemplo, frente a la cuestión de las estaciones, que en Jamaica no se diferencian mucho entre ellas. El comportamiento de los insectos le sirve como indicador de lo que se necesita hacer para su cuidado en cada etapa del año. 

Obviamente, una empresa importante no se construye solamente con intuición y «escuchando» a las abejas. «La ciencia y la tecnología -remarca Jennings- son extremadamente importantes, tanto para la apicultura como para la producción agrícola en general». Producir en el campo -sea miel, hortalizas o frutas- «no es lo que era» hace décadas, y «por eso hay que conseguir toda la asistencia posible».  

«Ahora, por ejemplo, en vez de movilizarme hacia las colinas» donde están las colmenas, «puedo usar un dron y observar a la distancia» el estado de las abejas. También se pueden utilizar innovadores repelentes para dispersar a las abejas y acceder tranquilamente a la miel, sin miedo a picaduras y reduciendo dramáticamente el tiempo necesario para esa tarea.   

La tecnología ofrece actualmente soluciones muy atractivas para una de las principales actividades del negocio de Jennings, la producción de abejas reinas, que ahora se pueden desarrollar de manera artificial en receptáculos plásticos e incubadoras. «En vez de tener que esperar que la naturaleza las críe, puedo obtener cientos de abejas de una reina que identifiqué como viable para determinadas áreas en particular», explica.  

Los nuevos sistemas de comunicación, sigue Duhaje, se convirtieron también en socios invaluables para su trabajo. A través de las videollamadas, señala, «puedo ayudar a productores en zonas remotas, puedo estar en otro lado y simplemente decirles ‘hagan esto, o aquello’, mientras los observo y superviso». 

Por su trabajo como difusor de la apicultura y en favor de las comunidades de pequeños productores en Jamaica y de los jóvenes interesados en una vida en el campo, Jennings fue reconocido como uno de los «Líderes de la Ruralidad de las Américas» por el IICA.

Drones, computadoras e Internet

Duhaje recuerda en particular un importante hito en su carrera, haber recibido un premio del IICA durante una exhibición agrícola en Jamaica en 2015. La distinción resultó ser un punto de despegue para Jennings, que le abrió puertas «a mucha gente e instituciones» que le facilitaron «ruedas para avanzar» en su emprendimiento. «Si no fuera por el IICA -asegura- no estaría donde estoy ahora». 

Ese «ahora» es, más que nada, su empresa de apicultura, a través de la cual provee miel, abejas, equipamiento y entrenamiento para productores que recién empiezan o que ya tienen experiencia. En Jamaica, amplía Duhaje, «la apicultura recién había empezado» cuando decidió dedicarse a esta industria agroalimentaria. «En general -prosigue- se llevaba a cabo en escala pequeña, a nivel de subsistencia, apenas unas pocas colonias en algunas fincas».  

Pero el sector «creció mucho desde entonces, se ve a más gente que tiene cientos de colonias, y se puede decir que es uno de los vehículos económicos que cambia vidas en Jamaica», enfatiza Jennings. «Conozco muchas personas que estaban desempleadas y a las cuales la apicultura les ofreció un camino para alimentar a sus familias» y salir de la desocupación. 

Una característica que ayuda a estos productores, destaca, es que a diferencia de los artículos agrícolas frescos, la miel no se echa a perder, lo que permite a los apicultores almacenarla y esperar a conseguir los mejores precios para venderla. 

Como buen científico, las ganancias económicas son solamente uno de los costados importantes de la producción agrícola. Otro es la tecnología. En ese sentido, se confesó «muy entusiasmado» con la expansión del uso de la inteligencia artificial. Incluso está desarrollando junto a programadores locales un programa «capaz de avisarme qué puede estar fallando en una colmena y señalarme las posibles soluciones». 

Las puertas de la apicultura, y de la producción agrícola en general, «se están abriendo para infinitas aplicaciones» informáticas, por lo que el futuro, según Duhaje, será un escenario donde «las computadoras podrán decidir» las soluciones para los problemas «y las máquinas estarán encargadas de aplicarlas». 

«Además -sigue Jennings-, la tecnología nos puede ayudar a producir más y mejores alimentos para más gente, teniendo en cuenta el ritmo con el que está creciendo la población mundial». Las innovaciones científicas y técnicas, enfatiza este productor jamaiquino, «están al alcance de cada vez más personas, crece el acceso a Internet, de manera lenta pero segura, y la gente aprende nuevas prácticas». 

De todas maneras, para Jennings, el futuro no está hecho solamente de máquinas y más negocios. «Cuando uno es productor agrícola, hay algo para levantarse y ver crecer cada mañana, las cosas crecen mientras uno duerme, se reproducen», dice el apicultor, que remarca la satisfacción de «tener en la mano una manzana, una pera o una cucharada de miel, y saber que yo la produje». 

Y también está la alegría de saber que se trata de un proceso que seguirá su marcha por mucho tiempo más. «Tengo una hija de dos años, Khailie, y hace unos días la llevé por primera vez a echar un vistazo a las colmenas -cuenta Duhaje-. Ella estaba asombrada y eso me emocionó, porque tengo la esperanza de que cuando sea grande se haga cargo de lo que le voy a dejar».

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