Lima, 17 de octubre, 2025 (IICA). Eddie Yasmani Abarca López lo deja claro desde el principio: «nací en el caserío de Santo Domingo, en el distrito de Huabal, en la provincia de Jaén, departamento de Cajamarca, en Perú», y se presenta orgulloso como «hijo de una familia cafetalera». Es su tarjeta de presentación, que habla sobre el origen de este promotor del desarrollo cafetalero como bastión de cambio para su región y su comunidad.
«Nací, crecí y estudié en el campo. Mis padres cultivan café, e igualmente yo: tengo una parcela de tres hectáreas en producción», cuenta Eddie, que se desempeña como presidente de la asociación de productores agropecuarios Gold Coffee Perú, un grupo que empezó pequeño y que ahora flexiona sus músculos para lograr importantes avances en los terrenos de la certificación orgánica y el comercio justo, entre otros frentes.
Como reconocimiento a este trabajo, Abarca López fue reconocido como uno de los Líderes de la Ruralidad de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Por eso recibirá el premio Alma de la Ruralidad, creado por el organismo internacional especializado en desarrollo agrícola y rural para dar visibilidad a quienes dejan su marca en la historia de la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad en la región y el planeta.
Aunque estudió contabilidad en la ciudad de Jaén, nunca dejó de mirar hacia sus raíces. Tras graduarse, decidió volver a su tierra natal con otra mentalidad: «Venir del campo a la ciudad es un poco chocante. Pero terminando la carrera me aboqué netamente a volver a la tierra, pero con un enfoque asociativo», explica.
Ese regreso cambió su destino y el de cientos de familias. En 2019 fundó la asociación Gold Coffee Perú con 180 pequeños productores. Hoy la integran 600 caficultores de Cajamarca y Amazonas, que cultivan 1.200 hectáreas certificadas como orgánicas. Eddie preside la organización desde hace seis años y logró consolidar un modelo que combina calidad, sostenibilidad y desarrollo social.
Su motivación fue clara desde el inicio: mejorar la vida de los productores. «Cuando volví al campo vi que los productores y mi familia habían avanzado poco. Por eso fundé la asociación, para apoyarlos con proyectos, con equipamiento, con módulos de beneficio», relata Eddie, quien destacó que recientemente lograron poner en marcha un proyecto de más de dos millones de soles en apoyo a las familias caficultoras de la región donde actúa Gold Coffee Perú.
Abarca López asegura que todo este trabajo se viene traduciendo en un salto productivo notable, y que Gold Coffee ayudó a los cultivadores a multiplicar por tres sus niveles de rendimiento. «Hoy -señala- nuestra familia cafetalera cosecha un promedio de treinta quintales hacia arriba, lo cual es muy bueno, porque cuando aumenta la producción, mejora el precio y cambia el estilo de vida».
El camino incluyó introducir nuevas tecnologías, incluyendo módulos más eficientes para el lavado del café y obtener certificaciones internacionales. La asociación cuenta con sellos orgánicos que permiten mejores ingresos para los productores de la región. «El café -remarca Eddie- es un commodity, pero con las certificaciones obtenemos un plus. Por ejemplo, con el orgánico, treinta dólares más por quintal, y con comercio justo, veinte dólares adicionales. Eso ayuda a que el productor tenga mejores precios y una vida distinta».
Las exportaciones también marcaron un hito. El dirigente y cultivador revela que el 95 por ciento del café producido por los asociados a Gold Coffee se coloca en Europa -en particular en los Países Bajos, Bélgica, Italia y Suiza- en forma de grano verde y que recientemente comenzaron a abrir mercados en Estados Unidos. Además, desarrollaron cinco marcas propias para consumo nacional, en café tostado y molido, con el objetivo de promover un mayor consumo interno de café de calidad en Perú.
La dimensión social es otro de los pilares del trabajo de este líder rural. Eddie reconoce que trabajar con 600 productores puede ser a veces «muy pesado», porque la responsabilidad es múltiple: social, comercial y financiera. Aun así, lo asume con entusiasmo. «Así como es cansador, también es bonito. El aprecio de la gente del campo es muy hermoso: no te quieren dejar volver, pero tienes que regresar porque tienes a tu familia».
Esa familia también forma parte de su historia: su esposa, sus dos hijos (un varón de 11 años y una niña de seis) y la parcela que cultiva los fines de semana. «Lo traigo de vez en cuando a mi hijo mayor, para que vaya conociendo el mundo del café”, cuenta Eddie.
La motivación de Eddie desde el inicio ha sido mejorar la vida de los productores y destaca que recientemente se logró poner en marcha un proyecto de más de dos millones de soles en apoyo a las familias caficultoras de la región.
Rentabilidad para quedarse en la propia tierra
Uno de los sellos distintivos de Gold Coffee es la inclusión. Entre sus 600 asociados hay más de 180 mujeres, y alrededor del 80 por ciento son jóvenes, enumera Abarca López.
«Hoy en día ya no hay diferencias entre varones y mujeres. Ellas también pueden cultivar y hacer un buen café. Además, muchos jóvenes se están quedando en el campo. Nosotros los apoyamos para que vean su parcela como una empresa, para que puedan encontrar rentabilidad y quedarse en su tierra», describe.
Ese mensaje resulta clave para frenar el éxodo rural y mostrar que el campo puede ser un espacio de oportunidades. Eddie lo resume con un ejemplo concreto: el estado apoya con financiamientos, se derivan a los productores de las nuevas generaciones y se explica a los jóvenes «que su parcela es como una empresa». Luego, ellos empiezan a pagar los financiamientos «después de cuatro años y ya están teniendo rentabilidad».
«Hoy, sinceramente, el campo es bastante rentable, nunca se vieron precios así» para el café, se entusiasma Eddie.
La sostenibilidad es otro eje central. Gold Coffee conserva 125 hectáreas de bosque primario y trabaja bajo la normativa europea de «cero deforestación». Para eso, explica el dirigente peruano, georreferenciaron todas sus parcelas para demostrar el cumplimiento ambiental y firmaron convenios con el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego del Perú.
«Hicimos una inversión muy grande en este trabajo, pero era necesario. Es lo que pide Europa para seguir comercializando café de alta calidad al viejo continente”, apunta.
El compromiso también incluye cerrar la brecha de conocimientos. Con un equipo de ingenieros agrónomos y forestales, catadores y técnicos, Gold Coffee capacita a los productores en manejo de suelos, fertilización orgánica, cosecha y poscosecha. Al principio se registraron «choques generacionales» frente al avance de las nuevas tecnologías y métodos, admite Abarca López, sobre todo con los productores más mayores. «Pero cuando les mostramos con hechos que la calidad mejora, ellos mismos se convencen. Hoy un productor ya sabe degustar su café y enseñar a otros», detalla.
Ese esfuerzo rinde frutos, ya que -asegura Eddie- los cafés de la asociación superan ahora los estándares físicos y sensoriales, abriéndose camino en nichos de cafés especiales. Al mismo tiempo, la infraestructura rural mejoró notablemente: viviendas, carreteras, módulos de secado y de beneficio. «El impacto es visible. La diferencia entre un productor asociado y uno que no lo está es enorme», afirma.
Cuando se le pregunta sobre el futuro de Gold Coffee, la respuesta es sencilla: «seguir creciendo», en especial con la creación de más parcelas demostrativas y una producción de 50 quintales por hectárea. «Nuestro reto es que cada planta produzca un kilo, lo que significa 80 quintales por hectárea», proyecta.
Más allá de los números, Eddie Abarca López encarna el espíritu del mejor liderazgo rural: la capacidad de transformar la vida de su comunidad a través del trabajo colectivo, la innovación y el respeto por la tierra. Desde Jaén, en el noroeste de Perú, este hijo de caficultores convirtió un sueño en una organización modelo que inspira a toda la región.
«Cuando los productores mejoran su producción, aumentan su precio y cambian su estilo de vida, eso es lo más hermoso», concluye Eddie. La recompensa es «ver cómo la vida de una familia cafetalera puede transformarse gracias al café».
Gold Coffee organización que Eddie preside desde hace seis años, brinda capacitaciones a productores en manejo de suelos, fertilización orgánica, cosecha y poscosecha.