Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura

Agricultura familiar

Guisela García León, quien cultiva olivos para producir un premiado aceite de oliva y promover el desarrollo de la provincia peruana de Ilo, es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

Agricultura familiar

Guisela García León, quien cultiva olivos para producir un premiado aceite de oliva y promover el desarrollo de la provincia peruana de Ilo, es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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Guisela García León es reconocida por el IICA por su trabajo en el cultivo de olivos y la promoción del desarrollo rural en Ilo, Perú.

San José, 31 de marzo de 2025 (IICA) – Guisela García León, una economista que trabajó en el ámbito oficial y en el privado, tiene su mayor pasión en su propia tierra, en la zona del puerto de Ilo, en Moquegua, en el sur de Perú, algo que la llevó a apostar por un proyecto agroindustrial y turístico, el fundo Yerba Buena, donde cultiva olivos y produce un aceite premiado en Europa. Por esa labor, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), la eligió como una de las Líderes de la Ruralidad de las Américas.

Guisela recibirá el premio Alma de la Ruralidad, parte de una iniciativa del organismo del Sistema Interamericano especializado en desarrollo agropecuario y rural, para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en los campos del continente y son personas clave para impulsar la seguridad alimentaria y nutricional, y promover la conservación del planeta.

Los historiadores en general coinciden en que fue Antonio de Rivera (o de Ribera), un español natural de Soria que se embarcó hacia las Américas para participar de la aventura de Gonzalo Pizarro en busca de El Dorado y terminó instalándose en Lima, quien llevó el olivo a tierra peruana a mediados del siglo XVI.
Cientos de años después, lo que llevó a Guisela hacia los olivos, fue sólo un grupo de amigos con los que jugaba al bowling.

En una de esas noches de bolos, en el año 2003, estos amigos ileños decidieron que era hora de «poner un granito de arena» para desarrollar el turismo en la zona. Así fue como recorrieron «diversos lugares del litoral de Ilo, en la zona costera. Y de tanto caminar, ubicamos un lugar llamado Yerba Buena», un fundo que ya era un olivar desde cerca de 1840. Cuando lo adquirieron, el lugar «estaba depredado, lo habían talado para hacer carbón».

Encantados con el desafío, los ahora socios asumieron «el reto de recuperar esos olivos», recuerda García León.

Se trató, sigue Guisela, de una tarea compleja, ya que «la zona estaba bastante desértica, a cuarenta y ocho kilómetros de la ciudad, sin población aledaña hasta dos kilómetros aproximadamente».
De todas maneras, ya estaba decidido: no solo iban a recuperar el bello olivar -que se alimenta de agua de manantial que surge del subsuelo de manera natural- sino que lo harían respetando el medio ambiente.

«Todavía no estamos certificados como orgánicos, pero trabajamos de manera ecológica, sin utilizar insecticidas, abonamos con guano de isla, usamos nutrientes naturales», destaca la productora rural, quien también se desempeña actualmente como presidenta de la Asociación de Productores Olivícolas de Ilo (Aprolivo Ilo).

En cuanto a Yerba Buena, «la inversión es fuerte» y el trabajo se hace «poco a poco», ya que los socios se ocupan también de otras actividades en la ciudad. Vale la pena porque la finca está frente al mar, con «una bahía muy bonita y un acantilado con paisajes espectaculares», donde «la paz, la tranquilidad y el contacto con la naturaleza son muy relevantes», describe García León.

Y aunque su extensión es relativamente modesta, (diecisiete hectáreas, con 411 olivos en cuatro de ellas), el fundo tiene «muy buena proyección», al igual que Aprolivo Ilo y una cooperativa que nuclea a varios productores de la zona y de la que participa su emprendimiento.

Para demostrar el alcance de esa proyección, Guisela muestra con orgullo la lista de premios que ganaron entre todos ellos con sus distintos aceites: una medalla de plata en Francia, otra de oro en Lisboa, y una de bronce en Grecia.

«Con el fundo Yerba Buena -puntualiza- participamos de la edición 2024 del concurso de aceite virgen extra de Estambul, donde obtuvimos medalla de oro». Se trató del primer certamen del que la finca participó de manera individual y resultó «una gran satisfacción: nuestro primer concurso y obtuvimos una medalla de oro, con la variedad sevillana criolla».

Todos estos premios «definitivamente resultan en mayor reconocimiento y posicionamiento» para los aceites de la asociación de productores de Ilo en general y para Yerba Buena en particular. En especial teniendo en cuenta que «nuestra producción no es muy grande si se la compara con Tacna o con Arequipa», admite García León.

«Lo que ofrecemos es calidad de producto, no cantidad. La gente, incluso en Lima, pide aceituna de Ilo, que tiene peculiaridades» que la hacen especial y muy apreciada, «como su sabor, la presentación, su tamaño», enfatiza la productora. La aceituna de Ilo, resume, «es grande, pulposa y sabrosa». Más todavía: «nuestra aceituna es buena por la calidad que genera la combinación del clima, el agua y la pasión que le ponemos los productores».

«También es importante remarcar que hacemos la cosecha de manera manual -sigue Guisela-, sacando aceituna por aceituna, lo que permite que el fruto no se maltrate, que no se oxide, y que podamos obtener un muy buen aceite».

Por cierto, como «la gente (en Ilo) vive innovando con calidad», según asegura Guisela, además de los aceites extra virgen, los productores locales se dedican también a las aceitunas rellenas -con pimientos y otros ingredientes- y desarrollaron mermeladas: de aceituna con higo, con fresas o naranjas.

Guisela es presidenta de la Asociación de Productores Olivícolas de Ilo (Aprolivo Ilo) y promueve la mejora de la industria olivícola local, buscando la denominación de origen para sus productos y un mayor apoyo gubernamental frente a desafíos como el cambio climático.


Buscando la denominación de origen

La productora señala que esta vibrante industria rural necesita de «una mayor participación del Estado», ya que los programas de capacitación y asistencia «son muy esporádicos o se manejan desde Lima». La ayuda oficial puede resultar clave en varios frentes, comenzando por el del cambio climático. Por ejemplo, el sol muy intenso que se viene registrando en la región «perjudica el cultivo de la aceituna» y hace crecer la necesidad de agua porque «no hay suficiente» para afrontar ese tipo de situación meteorológica.
Un impulso gubernamental también sería bienvenido en el terreno de la denominación de origen para la aceituna y el aceite de oliva de Ilo.

Cuando se le pide que describa las sensaciones que acompañan a una economista, convertida en productora rural, García León se declara «definitivamente contenta» con el proyecto que arrancó en 2003 junto a sus compañeros de bowling.

«Una cosa es trabajar desde un escritorio y otra hacerlo en contacto con la naturaleza», comenta Guisela. Pero también se encarga de subrayar un importante detalle: «no soy solamente una mujer de campo, soy una productora olivícola que trabaja en todo el proceso» que va desde plantar olivos a recibir medallas en Europa gracias a sus aceites.

Consultada sobre la necesidad de participación de los más jóvenes en el terreno de la producción agrícola en general, la copropietaria de Yerba Buena dice ver a las nuevas generaciones «un poco cómodas», no siempre interesadas en «salir de su zona de confort». A ellos les propone animarse, incluso porque «ahora existen tecnologías que reducen el esfuerzo físico», un elemento de la vida rural que muchas veces desanima a chicos y chicas a lo largo del continente.

«Hay que inculcar en ellos el amor, el cariño por la tierra», compartirles la posibilidad de «disfrutar de las sensaciones» que ofrece el campo, donde cada día ocurren «las experiencias de estar en contacto con la naturaleza, de ver un cielo despejado, o de disfrutar el mar». Pero también, agrega, a los jóvenes «hay que darles en el punto: explicarles que los emprendimientos rurales pueden ser rentables» y generar para ellos y ellas «mejores condiciones de vida».

Finalmente, Guisela confiesa que tiene un sueño muy puntual: traer a la zona una planta móvil de producción para arrancar el proceso de elaboración del aceite de oliva, pocas horas después de la cosecha. Para obtener un aceite extraordinario, «como el que nos hizo ganar la medalla de plata en Francia», es importante «que no pasen más de siete horas» para que los frutos entren al procesamiento.
«Si tenemos una planta móvil, el productor va a poder cosechar en una o dos horas e ir alimentando la planta para sacar su aceite. ¡Imagínense la calidad de aceite que tendríamos!», completa Guisela con la emoción de alguien que realmente ama su tierra

Más información:
Gerencia de Comunicación Institucional
comunicacion.institucional@iica.int

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