Kingstown, 23 de octubre, 2025 (IICA). En el archipiélago de San Vicente y las Granadinas, esta productora de plátanos hizo del campo su vida y su propósito. «Mi nombre es Nioka Abbott-Balcombe y soy agricultora de profesión», se presenta. Enseguida deja claro que para ella ser productora no es solo un trabajo, sino una manera de contribuir a la sociedad. «Estoy feliz de ser agricultora, porque siendo agricultora, puedo producir alimentos para mi comunidad y mi familia», resume.
Por su labor como productora y difusora de los valores del trabajo de la tierra, Abbott-Balcombe es reconocida como una de las Líderes de la Ruralidad de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Nioka recibirá el premio Alma de la Ruralidad, creado por el organismo internacional para destacar a aquellos que dejan su marca en favor de la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad en la región y alrededor del mundo.
La historia de Nioka como agricultura comienza en la infancia, bajo la tutela de su bisabuela. «Mi madre me dejó con mi bisabuela a los tres meses de edad -relata-. Ella era agricultora y desde los cinco años comenzó a llevarme a la granja. Desde muy pequeña empecé a reconocer la importancia de la agricultura».
Sin embargo, Nioka eligió primero un camino urbano: trabajó en un restaurante durante cinco años para reunir recursos antes de establecer su propia finca. «Con tres hijos que mantener, elegí trabajar en el restaurante para reunir dinero. Hice eso cinco años para tener recursos y poder empezar mi granja», explica. La disciplina y visión temprana le permitieron iniciar su producción de plátanos, siguiendo los pasos de otros agricultores exitosos de la región.
El cultivo de plátanos requiere meses de atención y precisión. Para empezar, «se deben identificar tierras, limpiar el terreno, plantar y fertilizar, proteger los frutos de pájaros y enfermedades», explica.
“Toma alrededor de siete meses antes de que el primer racimo esté listo y luego se deben cuidar otros dos meses hasta la cosecha -continúa-. En el pasado, empezábamos a cosechar en el campo, empacando las bananas para enviarlas a los centros de control de calidad, desde donde se exportaban a Inglaterra”.
El cultivo de plátanos requiere meses de atención y precisión, implica identificar tierras, limpiar el terreno, plantar, fertilizar, esperar siete meses antes de que el primer racimo esté listo y luego otros dos meses hasta la cosecha.
Una banana no tan «perfecta» en Londres
Como buena productora rural, Nioka es una encendida defensora de los alimentos naturales. Y para remarcarlo, comparte una anécdota. «Cuando estuve en Gran Bretaña, en 2001, pude probar un plátano en un famoso supermercado -cuenta la productora de San Vicente y las Granadinas-. Me habían dicho que estaba maduro, pero para mí todavía no lo estaba». Las grandes empresas, analizó, «usan todo tipo de propagandas para vender sus productos, y esto hace que la gente busque la fruta ‘perfecta’. Así, muchas bananas buenas terminan siendo descartadas solo por su apariencia externa». La anécdota conecta con cualquier lector urbano que alguna vez se frustró con frutas y verduras que lucen bien pero carecen de sabor.
Además de los plátanos (y después de una serie de cambios geopolíticos y comerciales que desalentaron el cultivo de bananas), Nioka diversificó su producción, incorporando yuca (o cassava, como se lo conoce en la región), batata (camote), ñame y vegetales, para garantizar ingresos y resistencia ante las fluctuaciones del mercado.
«Los agricultores somos creativos. Nos dimos cuenta de que la monocultura es peligrosa y por eso diversificamos con yuca, batata, vegetales, todo lo que tenga mercado», precisó Abbott-Balcombe.
La vida en el campo, para Nioka, no solo tiene valor económico: es también un medio de vida saludable. «Creo con todo mi corazón que la vida en la granja es muy económica. Puedes ganar dinero y además es una forma de ejercicio. Yo les digo a mis conocidos que van al gimnasio que ellos pagan por mantenerse en forma, y que a mí me pagan por mantenerme en forma», comenta con una sonrisa.
Además de su trabajo, Nioka se preocupa por transmitir su experiencia a las siguientes generaciones. Por ejemplo, presidió la cooperativa WALCO (Women in Agriculture Langley Park Cooperative), en la que las productoras se ayudan mutuamente y reciben visitas de estudiantes para acercar a los jóvenes al campo.
«Mostramos a los niños cómo se llevan adelante las tareas de la agricultura para que puedan desarrollar amor por la tierra desde muy pequeños, pero muchos jóvenes rara vez dicen que quieren ser agricultores, quizá por las dificultades que observan en casa», lamenta Abbott-Balcombe, reconociendo que, muchas veces, el trabajo duro y los obstáculos comerciales que enfrentan los padres pueden alejar a sus hijos del campo.
Contenedores y nuevas tecnologías
Como es una especie de «filósofa» de la agricultura y de los alimentos sanos, Nioka también piensa en cómo las virtudes de la granja pueden trasladarse a la ciudad. Incluso viviendo en espacios urbanos, aconseja, «se pueden usar contenedores plásticos para cultivar coles, tomates y pimientos. Si cada hogar urbano pudiera poner apenas cinco contenedores a producir vegetales, tendríamos comida más saludable y cultivada por nosotros mismos», no solo en el campo sino también entre el cemento y el asfalto metropolitanos.
Respecto a la tecnología y la edad, Nioka reconoce que los avances están disponibles, pero su enfoque es selectivo. «Como agricultora de 68 años, no estoy tan interesada en la nueva tecnología -admite-, planto los cultivos que puedo manejar, principalmente yuca dulce y plátanos». Y si bien remarca que los talleres de tecnología «son útiles» para los productores, «la edad y los fenómenos climáticos adversos nos obligan a ser creativos y enfocarnos en plantar cultivos resistentes a huracanes«.
Finalmente, Nioka celebra la autosuficiencia y la independencia que le brindó la decisión de dedicarse al campo. «Me convertí en mi propia jefa y estoy orgullosa de ser agricultora. Mi mayor logro fue ser autónoma, como mi bisabuela, que fue independiente durante todos sus años y era muy feliz», describe, un poco nostálgica.
En la cooperativa WALCO, Nioka y otras productoras, muestran a los niños cómo se llevan adelante las tareas de la agricultura, para que puedan desarrollar amor por la tierra desde muy pequeños.
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