A juicio de Albert Sasson, ante el aumento internacional en los precios de los alimentos y su incidencia sobre la seguridad alimentaria y la pobreza, los gobiernos y las agencias de cooperación deben volcar su agenda hacia la agricultura.
San José, Costa Rica, 18 abril, 2011 (IICA). “En el mundo no habrá paz mientras tengamos mil millones de seres humanos
hambrientos. El cambio climático, las alzas en los precios del petróleo y de los insumos agrícolas son algunas de las causas de la inseguridad alimentaria, pero la principal es que nos hemos olvidado de la agricultura y de darle la prioridad que merece”, sostuvo Albert Sasson, reconocido científico, en un foro organizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
A juicio del experto, quien es asesor internacional en biotecnología y fuera Director General Adjunto de UNESCO, tras la Revolución Verde –caracterizada por el aumento de la productividad agrícola gracias a un uso extensivo de agua, fertilizantes y plaguicidas— se creyó controlada la situación alimentaria mundial y poco a poco la agricultura fue descendiendo de las agendas de los gobiernos “hasta que ocupó el último lugar”, sentenció. Tal es el caso que la ayuda internacional al desarrollo de la agricultura bajó al 0,3% del total global.
Sin embargo, la crisis económica internacional del 2008 puso de nuevo en las agendas la necesidad de producir alimentos suficientes, de calidad y a precios accesibles para alimentar a la población mundial.
“La comida es cara y cada día va a ser más cara. El precio del barril del crudo llega a los US$110, la tonelada de maíz alcanzó hace unos días los US$320 en Chicago, los supermercados crean cada vez más sus propias marcas porque las que compraban se han vuelto impagables y de 800 millones de pobres se pasó a 1000 millones luego de la crisis. La solución está en la agricultura, si se le otorga la importancia que tiene”, manifestó Sasson.
A este respecto, el Director General del IICA, Víctor M. Villalobos, recalcó la relevancia que la ciencia juega en este panorama agrícola.
“Cuando la humanidad encuentra problemas en su desarrollo y su devenir la ciencia llega a al rescate. Así fue, por ejemplo, con la Revolución Verde, a pesar de sus deficiencias. Hoy la humanidad ha tomado conciencia de que los métodos agrícolas tradicionales no son suficientes para garantizar la seguridad alimentaria; la ciencia viene de nuevo al rescate con diversas herramientas, una de ellas es la biotecnología”, afirmó Villalobos.
Buena agronomía, biotecnología y voluntad política
Para el experto, salir de la crisis requiere una sinergia entre la buena agronomía, la biotecnología, pero sobre todo la existencia de una voluntad política: “es necesario destinar al menos US$20 mil millones de dólares al año en desarrollo agrícola”, argumentó.
La buena agronomía permitirá recuperar la fertilidad de los suelos, que experimentan una especia de fatiga a raíz del uso excesivo de fertilizantes, pesticidas y plaguicidas.
Asimismo, debe enfocarse en el buen manejo del agua. “Aplicar, por ejemplo, el regadío de goteo”, explicó el científico. “La buena agronomía permitirá utilizar cada gotita de agua de manera sabia. Cuando hablamos de rendimientos ya no se debe hablar de toneladas por hectárea, sino de unidades de agua utilizada para producir”, continuó.
El empleo de semillas certificadas también es de suma importancia para garantizar que haya un buen rendimiento.
Estas herramientas, dadas por la buena agronomía, se deben mezclar con otras herramientas científicas que impulsarán la agricultura competitiva y sustentable que requiere el mundo actual. Una de ellas, de acuerdo con el experto, es la biotecnología.
La biotecnología permitirá desarrollar cultivos resistentes a las plagas, inundaciones y sequías, evitando la pérdida de cosechas cada año; posibilitará también crear alimentos más variados y con gran cantidad de nutrientes, como zinc, hierro, Omega 3 y Omega 6. Será, además, importante en la lucha contra el cambio climático y el deterioro ambiental, al crear cultivos que requieran menor uso de agroquímicos. “El algodón hoy necesita ser rociado con plaguicidas cerca de 12 veces, mientras que el transgénico solo lo requiere de 2 a 4 veces”, dijo Sasson, lo cual se traduce en un ahorro en costos importantes, especialmente para los pequeños productores.
Alimentos de mejor calidad, con mayores rendimientos y a menores costos de producción se traducen en mayores ganancias para los productores; “no en vano quienes más utilizan esta tecnología son los pequeños y medianos productores”, explicó Sasson. No obstante, el científico señaló que estos esfuerzos requieren, necesariamente, de una voluntad política dispuesta a invertir en tecnologías que lleguen a los pequeños productores e hizo un llamado al IICA para que contribuya con esta misión.
Tal llamado fue respondido por el Coordinador del Programa Biotecnología y Bioseguridad del Instituto, Ramón Lastra, quien aseguró que el Instituto continuará desarrollando capacidades institucionales en la materia, ‘concientizando’ al público sobre la realidad de la biotecnología por medio de información basada en hechos científicos y apoyando la formulación de políticas nacionales de biotecnología y bioseguridad que impulsen su uso de manera segura.
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rafael.trejos@iica.int