Benn recibirá el premio “Alma de la Ruralidad”, que es parte de una iniciativa para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano.
San José, 30 de agosto de 2023 (IICA) – Rosamund Benn, agricultora que ha impulsado a decenas de mujeres rurales en Guyana a procesar y comercializar sus cosechas para mejorar sus ingresos y acceder a una mejor calidad de vida, fue reconocida como una de las “Líderes de la Ruralidad de las Américas” por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
En reconocimiento, Benn, casada y madre de cinco hijos, recibirá el premio “Alma de la Ruralidad”, que es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.
Benn es la presidenta de La Red de Desarrollo de Mujeres Agroprocesadoras (Women Agro-processors Development Network – WADNET) en Guyana, organización que es un apoyo de suma importancia para las mujeres rurales, cuando deben enfrentar los obstáculos cotidianos.
En Guyana gran parte del transporte de los alimentos hacia los mercados se hace por agua. Y el cambio climático, que ha hecho más frecuentes e intensas las inundaciones y las sequías, es una realidad con la que no es fácil convivir.
En este país de Sudamérica, que es conocido como “la tierra de muchas aguas”, la mayoría de la población vive en la costa del Océano Atlántico o cerca de ella. Rosamund, sin embargo, se crio en una de las que se conoce como comunidades hinterland, que habitan en los bosques del interior del país. Cuando conoció a su marido, se mudó a Pomeroon-Supenaam -una de las 10 regiones administrativas en las que está dividida Guyana- que tiene costa marítima y se caracteriza por sus grandes ríos y sus fincas donde se cultivan frutales, especialmente cocos.
“Vengo de una familia de agricultores, pero la producción en el hinterland es completamente diferente a la que se realiza en la costa. Me mudé a The Pomeroon cuando conocí a mi marido, con quien llevamos casi 40 años trabajando juntos en agricultura. Cuando nos casamos teníamos 5 acres de tierra, donde comenzamos a cultivar vegetales, cocos y bananas, Con los años nos expandimos y hoy tenemos 50 acres, en los que tenemos producción de cocos a gran escala”, cuenta Rosamund.
El reconocimiento Líderes de la Ruralidad de las Américas es entregado por el IICA a quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.
Una emprendedora que creó su propia marca
El coco permite obtener varios productos y Rosamund, junto a su esposo Rudolph, comenzó en la década de 1990 a producir aceite de coco virgen. Se trata de un trabajo esforzado que se realiza en forma manual: se rompen los cocos, se extrae la pulpa, se ralla y luego se procesa.
Así, la familia vende el aceite virgen de coco, producto de gran calidad que tiene propiedades medicinales, tanto a mayoristas como a pequeños y grandes negocios en todo el país. “En casi todos los supermercados de Georgetown, la capital, nuestro producto está a la venta”, cuenta ella. Tienen su propia marca, que lleva el nombre Pomeroon Rose.
A los cocos hay que saber esperarlos. Crecen rápidamente y alcanzan buenos tamaños en la temporada de lluvias, pero tardan mucho en crecer en las épocas en que hay poca agua y hace mucho calor, cuenta Rosamund. Por otro lado, el cambio climático y su secuela de eventos extremos han tenido consecuencias graves últimamente para los agricultores de Guyana.
En 2021 el país fue afectado por devastadoras inundaciones, que se debieron fundamentalmente a fuertes lluvias que hicieron que los ríos se desbordaran, y destruyó muchos campos de arroz, azúcar, frutas, vegetales y ganado. La situación hizo que el gobierno declarara una situación de desastre nacional, auxiliara a numerosas comunidades vulnerables con alimentos y medicamentos, y se viera obligado a solicitar la asistencia internacional.
“Muchos perdimos nuestras cosechas y tuvimos que salir a buscar tierras altas para continuar produciendo. La situación, en general, es muy desafiante debido al cambio climático, que se suma a la cuestión del transporte de nuestra producción, que ha sido siempre una de nuestras grandes preocupaciones”, recuerda Rosamund.
En ese sentido, ella dice que la creación de la Red de Mujeres Agroprocesadoras, en 2012, ha resultado un apoyo fundamental. “Cuando compartimos nuestras experiencias y buscamos resolver los problemas colectivamente, las cosas empiezan a funcionar mejor. También el IICA ha sido de gran apoyo para las mujeres de la red”, explica.
“Las mujeres siempre tienen que enfrentar más barreras que los hombres. Una de las dificultades es que la mayoría no son dueñas de las tierras en las que trabajan y por eso es más difícil obtener créditos para hacer crecer al negocio”, agrega.
Rosamund vive hablando con los jóvenes para transmitirles el valor de la agricultura: “Les digo que la recompensa económica no va a llegar inmediatamente y que nunca se van a hacer ricos, pero que van a poder vivir bien. Van a asegurarse el alimento para sus familias y van a poder vender el excedente para ganar dinero. Si uno tiene los objetivos claros y no se rinde ante las dificultades, todo se puede alcanzar”.
Incluso ella estimula a otros agricultores a que se acerquen a los jóvenes y les transmitan sus conocimientos sobre la mejor manera de llevar adelante la producción de alimentos.
“Siempre digo que la única manera de contribuir a los jóvenes se queden en el campo y hagan agricultura es compartir con ellos el conocimiento que tenemos los mayores. La agricultura hay que cuidarla porque sin ella la humanidad no tiene futuro. Mucha gente se dedica a otras profesiones, pero los maestros, los médicos y los abogados tienen que comer cuando vuelven a casa, así que necesitan que nuestra actividad sobreviva para siempre”.
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