La cooperativa reúne a agricultoras y emprendedoras, quienes, simultáneamente con la producción e industrialización de alimentos, comparten las responsabilidades de educar a sus hijos y asegurar la nutrición de sus familias.
San José, 7 de agosto de 2024 (IICA) – Tania Liew-A-Soe, fundadora y presidenta de una cooperativa de mujeres que valorizó cultivos tradicionales en Surinam y hoy los industrializa y los exporta, fue distinguida como una de las “Líderes de la Ruralidad” de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Liew-A-Soe recibirá en reconocimiento el premio “Alma de la Ruralidad”, parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.
Wi! Uma Fu Sranan -que en lengua nativa significa “Nosotras, las mujeres de Surinam”- es el nombre de la cooperativa, que reúne a agricultoras y emprendedoras, quienes, simultáneamente con la producción e industrialización de alimentos, comparten las responsabilidades de educar a sus hijos y asegurar la nutrición de sus familias.
La cooperativa promueve la visibilidad y el reconocimiento de la contribución socioeconómica de sus miembros en beneficio de la sociedad. También facilita la participación plena de las mujeres en la toma de decisiones, impulsa el respeto por el ambiente, construye capacidades y trabaja para mejorar el acceso a mercados y las oportunidades económicas.
Wi! Uma Fu Sranan nació en la región de Brakopondo, en el interior –el llamado hinterland- de Surinam, país sudamericano con costa sobre el mar Caribe que fue colonia neerlandesa y es habitado por diversas etnias.
“Empezamos con la cooperativa en 2013, con la idea de asegurar que las mujeres agricultoras fueran reconocidas como una parte importante de la cadena de valor de los alimentos y lo logramos, ya que históricamente recibían muy poca recompensa por su trabajo”, dice Tania.
“Muchas veces, las y los agricultores son poco valoradas, a pesar de que son quienes sostienen la seguridad alimentaria en el mundo. Esto es que algo que nosotros queríamos cambiar en Surinam y, para conseguirlo, entendimos que era necesario que nos involucráramos en el procesamiento de las materias primas”, agrega.
La designación como Líder de la Ruralidad de las Américas es un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.
Romper con el círculo de pobreza
En las comunidades rurales del hinterland de Surinam la vida siempre giró alrededor de la agricultura.
“La agricultura no solo ha sido esencial para nuestra propia seguridad alimentaria, sino también para que las familias puedan generar algún ingreso a través de los excedentes. Sin embargo ese camino nunca fue fortalecido, porque venían intermediarios que compraban los productos a bajos precios para luego venderlos a valores muchos más altos en los mercados. Así que, humildemente, tratamos de terminar con eso”, explica Tania, quien en 2002 pasó una temporada en los Países Bajos y volvió decidida a trabajar a favor del bienestar de las comunidades del hinterland, muchas veces remotas y con escasa infraestructura y transporte.
Las mujeres de la cooperativa producen yuca y taro, entre otros cultivos, que son tradicionales en el país. Pero la novedad es que las procesan de diversas formas. Producen pan de yuca, panqueques y gachas de yuca y también alimentos para bebés, gracias a tecnologías que consiguieron a través de distintos proyectos de cooperación internacional.
Para la industrialización, las mujeres debieron crear una compañía, a la que llamaron Surivit NV, que hoy produce alimentos sabrosos y saludables.
El IICA, en ese sentido, ha sido un aliado clave, dice Tania. “Desde 2013 tenemos una estrecha relación y sabemos que podemos contar con ellos. Los conocimientos que tienen los técnicos del IICA en Surinam nos han servido para no perder todas nuestras cosechas en sequías o en inundaciones que se han hecho más frecuentes por el cambio climático. Gracias a ellos hemos hecho reservorios de agua para tiempos de escasez hídrica y también hemos implementado rotaciones de cultivos que han sido muy beneficiosas. El cambio climático es un problema, pero afortunadamente tenemos socios para enfrentarlo”.
Varias de las 38 mujeres que integran la cooperativa viajaron a los Países Bajos a participar en festivales de alimentos y muchas recibieron capacitación a través de distintos proyectos de cooperación internacional.
Gracias a esos avances, hoy están exportando, fundamentalmente a los Países Bajos –donde vive gran cantidad de inmigrantes de Surinam-, pero también a otros países del Caribe, como Trinidad y Tobago, e incluso a los Estados Unidos.
“Creamos la cooperativa para asegurar que las mujeres tengan un ingreso seguro. Nuestro principal objetivo era romper con el círculo vicioso de pobreza que existió durante décadas en las zonas rurales de Surinam”, cuenta Tania.
Ella le da un valor central a la solidaridad, como único camino para que las comunidades rurales prosperen. “Lo que estamos haciendo –reflexiona- es lo que en verdad todos los seres humanos deben hacer, que es preocuparse por el otro y tratar de fortalecerlo”.
Hoy Tania está convencida de que encontró su propósito en la vida. “Cuando lo encuentras –dice- eres una persona completa y puedes vivir una vida plena. Así, puedes disfrutar incluso de los obstáculos, de los dolores de cabeza y de los problemas; cada día es una bendición”.
Y nada la apasiona tanto como la agricultura. “Creo –sostiene- que el mundo debe darse cuenta de que los agricultores son las personas más importantes porque son las que garantizan la seguridad alimentaria. Imaginen un mundo sin agricultores familiares. ¿Sería posible? No. De manera que el mensaje que quiero dar a los productores es que peleen por sus derechos. Deben ser conscientes de su importancia, porque se puede pasar uno o dos días sin alimentos, pero no toda la vida. Así que los agricultores deben levantar su autoestima. Porque la vida no existiría sin agricultura. Es tan simple como eso”.
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