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La irrigación en la visión estratégica del país

En 40 años nos transformamos en un actor central de la producción mundial de alimentos y bioenergía. En el mundo la demanda creciente de alimentos es nuevamente nuestro pasaporte al futuro.  

Mayo de 2019

Alysson Paolinelli
Embajador de Buena Voluntad del IICA

Estamos ante un hecho real. Brasil enfrenta un panorama de grandes desafíos económicos en un período de por lo menos diez años. Tendríamos que volver a aumentar las tasas entre 6 % y 8 % al año, como algunos de nuestros socios del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). ¿Cómo lo haremos, si no disponemos de recursos financieros suficientes para lograr este objetivo? Un dilema similar al que enfrentó en la década de los 70 —sin divisas, presionado por el aumento en el precio del petróleo y por la importación del 30 % de los alimentos que requería, Brasil se vio forzado a apostar por las bases de la ciencia, la tecnología y la innovación, que gestaron una agricultura tropical tecnificada, competitiva y sostenible. En 40 años nos transformamos en un actor central de la producción mundial de alimentos y bioenergía. En el mundo la demanda creciente de alimentos es nuevamente nuestro pasaporte al futuro. 

Brasil tiene prisa.

Ese nuevo salto supondrá superar obstáculos que van mucho más allá de los financieros. En esta ocasión tenemos a nuestro lado cerca de 500 000 productores altamente tecnificados, quienes fueron capaces de transformar las tierras más degradadas e infértiles del mundo en un granero para la seguridad alimentaria. Cultivamos casi 70 000 000 ha; sin embargo, solo el 10 % de esta área se irriga.

Atender el llamado de duplicar la producción de alimentos mediante la apertura de nuevas zonas sería inviable frente a este marco financiero. De acuerdo con las normas y los costos actuales, para incorporar una hectárea de tierra nueva y productiva se gastaría como mínimo entre BRL 5000 y BRL 15 000 —costo de la tierra bruta.

Tomemos como promedio la suma de BRL 10 000. En términos de limpieza, uso de piedra caliza, yeso y fosfato, y trabajo de arado, arado con rejas y cercados, entre otros, se puede estimar un costo mínimo de BRL 6000 a BRL 7000/ha. Asimismo, se requiere un proceso continuo de mejoramiento en el tratamiento físico, químico y biológico del suelo, cuyo punto óptimo de productividad se alcanza en un período mínimo de cinco a seis años de cultivo. El nuevo cálculo de costes con respecto a estas zonas debe ser, como mínimo, de BRL 3000/ha, sin considerar que requeriremos más tractores y sus implementos: cosechadoras, vehículos, almacenes y silos y sus utensilios correspondientes. Además, se incurrirá en gastos relativos a vivienda, energía, telefonía, nuevas carreteras y logística. Entonces, el costo global sería de entre BRL 20 000 y BRL 25 000/ha.

Si pensamos duplicar nuestra cosecha, tendríamos que gastar como mínimo BRL 1 750 000 millones y esperar de cinco a seis años para igualar la productividad actual, es decir, duplicar nuestra cosecha, que es lo que el mundo espera en los próximos años. Incluso podríamos pensar en usar las nuevas tecnologías ya disponibles en Brasil, como la integración agricultura-ganadería, que reduce nuestras pasturas degradadas, lo que podría aminorar un poco los gastos previstos y el tiempo. 

Nuestros productores son competentes. Realizan abonados y corrección de suelos de manera adecuada, utilizando las tecnologías más avanzadas. Son capaces de cumplir la ley de Liebig o ley del mínimo. Saben que, para obtener la mayor productividad, deben emplear la cantidad requerida de elementos químicos en sus abonos, es decir, de macroelementos (N, P, K), de Ca, Mg, Zn y Si, y de los 143 microelementos que ya conocen y emplean apropiadamente en sus cultivos, sacando el máximo provecho de ellos.

No obstante, no podemos olvidar que el agua es quizás el elemento más importante en la ley del mínimo, ya que por medio de ella nuestras cosechas han tenido una producción sinusoidal. Cuando llueve lo suficiente, logramos excelentes cosechas, como las del período 2016-2017. Debido a la falta de lluvia, la cosecha de granos presentó una reducción de 12 000 000 t.

Perdemos mercados; sin embargo, ayudamos mucho al país.

Los productores que usan la irrigación no sufrieron una disminución en la productividad. Por el contrario, resultaron beneficiados del aumento de los precios durante la relativa escasez. Cabe observar que estos productores están logrando esta proeza sin ningún apoyo especial en 7 000 000 ha del país.

Compran equipos costosos con altas tasas de interés (el financiamiento de máquinas y equipos [FINAME] es limitado y sus tasas de interés son mucho más altas que la tasa SELIC).

Pagan la energía más cara del mundo en el ámbito de este sector. Muchos de ellos no disponen de acceso a energía eléctrica, por lo que se ven obligados a usar diésel. El hecho es que realizan tres cosechas por año, logran amortizar rápidamente sus inversiones y buscan ampliar el área irrigada.

Somos el país más rico en agua dulce de todo el mundo. Se calcula que tenemos del 12 % al 14 % de toda el agua dulce de la Tierra.

No obstante, no sabemos emplearla adecuadamente. Nuestra legislación en materia de agua es extravagante y la Secretaría de Irrigación carece de prestigio, ya que se estableció y se cerró en cuatro ocasiones. Debemos cambiar esta inercia por una iniciativa mucho más proactiva. Debe haber una colaboración entre el Gobierno y el sector privado para utilizar más eficientemente nuestros recursos naturales.

El agua es vida; su función principal es promoverla, donde esté, en la cesación de la sed de los humanos, de sus poblaciones y de los animales, en las industrias, la agricultura, la irrigación y principalmente en el suelo, de donde hacemos brotar los alimentos. Nuestra legislación se centra prácticamente en el agua en su caudal, cuando sigue su flujo final en dirección al océano. En su caudal ella también genera vida, a través de los peces y otros seres, la energía hidráulica y la belleza de nuestros ríos.

Según los científicos, las existencias de agua en el planeta son las mismas de hace más de 400 millones de años. Debemos avanzar en la gestión del suministro de agua y saber producirla y manejarla, a fin de darle el uso más apropiado para la supervivencia de los humanos. En este sentido, sustituir la ignorancia por la ciencia resulta esencial.

No sirve de nada pensar solo en la recuperación de los bosques de ribera de nuestros ríos, ya que ello por sí solo no resuelve el problema de la escasez. Tenemos que conservar nuestras nacientes, pero principalmente para evitar su destrucción —las nacientes permiten conocer el estado del agua en las capas freáticas o en los acuíferos. Estos deben ser conservados, protegidos y manejados cuidadosamente para que puedan absorber la totalidad de las aguas que caen en sus recargas. Estas son la clave de la conservación de nuestros recursos naturales, mantenidos por esas reservas fabulosas de donde fluye la vida de los ríos.

No tiene sentido exigir una protección sistémica y cotidiana de los recursos que no están ligados a las recargas de los manantiales. El productor lo sabe muy bien, ya que, naturalmente, es el gran generador de este bien llamado agua. Junto con él formaremos una alianza eficiente para la protección y conservación de nuestras recargas. Las zonas de recargas se pueden reforestar y empastar para que produzcan alimentos, para lo cual estas no pueden perder el agua de lluvia que reciben. La regla debe ser inflexible: en las recargas no debe haber corrientes. Es por ello que la protección de las aguas se deber realizar de forma racional, efectuando plantaciones adecuadas y construyendo presas y curvas de nivel en los suelos para detener con eficiencia la pérdida por corriente.

Estamos proponiendo un nuevo concepto en la producción, el manejo y el uso adecuado de las aguas. He conversado mucho con científicos, profesores de irrigación y drenaje, personas que realizan riegos y fabricantes de equipos de irrigación, nacionales y extranjeros. Todos están de acuerdo en que ningún otro país tiene la capacidad de regar sus cultivos de la forma tan favorable en que lo hace Brasil. Algunos de ellos hacen referencia a los costos del crédito, de los equipos y, en especial, de la energía, mientras que otros se defienden diciendo que no logran vender aquí una mayor cantidad de equipo de irrigación a un costo menor. Sabemos que en Brasil la falta de un seguro rural influye negativamente en todo esto. Les pregunté a algunos fabricantes de equipo si tenían un crédito más apropiado e económico para atender la demanda nacional, a lo que respondieron que sí; sin embargo, cuando les pregunté el motivo por el cual este no se brinda, la respuesta siempre es la misma: en Brasil no tenemos la garantía para cubrir el riesgo de la operación. Sabemos que, frente a la demanda evidente en materia de irrigación en el país, el FINAME resulta insuficiente, mientras que el Gobierno carece de los recursos necesarios. En lugar de utilizar solo el FINAME, ¿el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social no podría usar parte de esos recursos como “fondo garante”? ¿Este no podría ser constituido con letras del Tesoro?

Una vez resuelta esta ecuación, podríamos soñar con lograr un avance substantivo en las zonas irrigadas de Brasil. Entiendo que estas pueden ser mucho mayores que las de Estados Unidos,  China e India. Garantizaríamos una primera cosecha con una alta productividad, una segunda (“el milagro brasileño”), sin incertidumbre en cuanto a dónde hacerla y, sobre el paralelo 22, donde nuestro clima tropical es muy particular, realizaríamos una tercera cosecha completa.

 Ahora hablamos de triplicar nuestra cosecha para el mundo.

En la actualidad la irrigación nos brinda la misma seguridad que tuvimos en los 70, en los Cerrados, el granero del mundo, durante la transformación del bioma más degradado del planeta. Esta liberará al productor de los grandes riesgos que enfrenta —permanecerían solo los relativos al granizo, las inundaciones y los incendios.

Dependemos únicamente de una definición política clara, no solo en apoyo a la irrigación de  nuestras plantaciones, sino también con respecto al cambio del concepto de producción, manejo y uso del agua en Brasil.

Este artículo está disponible en el siguiente enlace:

https://www.forumdofuturo.org/a-irrigacao-na-visao-estrategica-do-pais/