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Urge renovar las políticas públicas para las mujeres rurales de las Américas

San José, Costa Rica, 12 de octubre 2010 (IICA) Un dramático mural sobre la realidad de las mujeres rurales de América Latina y el Caribe pintaron cuatro líderes femeninas que llegaron a la sede del IICA, en Costa Rica, desde distintos puntos de nuestra geografía, con visiones e historias de vida diversas pero también con profundas coincidencias.

Este 7 de octubre, en la sede central del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura se realizó un foro internacional sobre las mujeres en la agricultura y su contribución a la seguridad alimentaria de las Américas.

Desde México, Uruguay, Antigua y Barbuda y Bolivia, las panelistas le pusieron rostro de mujer a un documento técnico preparado por dos expertas chilenas, reconocidas internacionalmente por sus estudios de género: Marcela Ballara y Ninoska Damianovic.

De Bolivia llegó la Ministra de Agricultura y Tierras, Nemesia Achacollo Tola. Viajó toda la noche para estar en el foro. Llegó sin dormir y ni siquiera pasar a su hotel. Fuera de la sala –donde acababa de hablar la Presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla– dejó su pequeña maleta negra y entró para tomar la palabra: “las mujeres campesinas llevamos la peor parte…”.

De México vino Beatriz Paredes, con güipil rosa pastilla y larga trenza de canas entreveradas, pero también con su largo historial de participación política: diputada federal, presidenta del PRI, ex Gobernadora de Tlaxcala y ex Secretaria General de la Confederación Nacional Campesina, etcétera, etcétera. Su voz poderosa, su verbo sensible: “nací en un continente que me abrió los ojos, como alondras”.

De Antigua y Barbuda llegó Joanne Massiah; ella es Senadora y Ministra de Estado. Ha llevado las riendas del Ministerio de Agricultura, Tierra, Ambiente y Recursos Marinos de su país. De ancestros rurales, pero con evidente y sólida formación académica lograda en afamadas universidades de Nueva York y Oregón. Hay fuerza en sus planteamientos sobre la mujer caribeña, la juventud y sobre todo sobre los derechos humanos.

Y desde Uruguay, llegó Ana Arocha, como las otras tres, una mujer de verdad, con sus “ye” arrastradas y largas luchas a favor de las productoras rurales de su país, para quienes ha reclamado tierra, organización, acceso al crédito, igualdad de trato… antes del lado de la acera en el que se tiraban piedras, ahora desde el lado de la concertación y el diálogo.

Y para tratar de coordinar a las rebeldes panelistas, otras dos mujeres fuertes: Gloria Abraham, la primera mujer Ministra de Agricultura de Costa Rica, y Karen Lezny, la primera Subdirectora General del IICA.

A lo largo las intervenciones de todas ellas quedó clarísimo que la importancia de las mujeres en la agricultura no es ni nueva ni reducida; por el contrario es antigua y vasta, pero no ha sido valorada justamente y su situación de desventaja debe remediarse.

En el mural se ven claros los problemas compartidos: 
• Inseguridad jurídica sobre la propiedad de la tierra, lo que las hace más vulnerables. Esta es una limitante estratégica porque el acceso a la tierra es la condición límite para que las mujeres hagan agricultura, permanezcan en el campo y tengan opción a una actividad productiva. 
• Desigualdad en las oportunidades de educación, e incluso de capacitación para las mujeres sobre todo las niñas y las jóvenes, lo que reproduce el ciclo de desventaja y exclusión.
• Dificultad para contar con recursos, particularmente el agua, e infraestructura adecuada que faciliten su trabajo en el campo y el hogar.
• Insuficiente participación en los mercados y la distribución inequitativa de los beneficios. 
• Dificultad para acceder a créditos. 
• Ausencia de datos específicos sobre su contribución a la producción, no solo de alimentos sino de productos como las artesanías, lo que contribuye al fenómeno de la invisibilidad del trabajo de la mujer rural.

El mural muestra también a las mujeres rurales en su diversidad: las que se dedican a la producción de traspatio para el autoconsumo, las pequeñas productoras y alguna que otra integrada a los mercados.

Puede verse en el fresco, y casi oírse, el reclamo: 
• Se requieren políticas para asegurar que la contribución de las mujeres a la agricultura y la seguridad alimentaria sea más efectiva en sus beneficios y equitativa en sus responsabilidades. 
• Urge un trato igualitario y acorde con los derechos humanos como condición sine qua non de la mayor equidad y de la mejora de los términos en que la mujer participa en la agricultura. 
• Son necesarias políticas de Estado, comprehensivas y flexibles que incluyan conceptos como la transversalidad tanto como la especificidad; en algunos casos deben acordarse verdaderas acciones afirmativas que compensen las desventajas. 
• Es necesaria la formación de políticas multi-sectoriales y de largo plazo (sostenibles) para encontrar soluciones integrales. 
• Debe haber presupuestos mayores y dirigidos a atender la problemática del agro en general y de la mujer rural en particular. 
• La seguridad en la propiedad de la tierra debe ser un objetivo impostergable para mejorar la condición de las mujeres campesinas. 
• Incrementar la productividad del trabajo agrícola de las mujeres, dotarles de insumos necesarios, dotarles de crédito y servicios de extensión, perfeccionar su acceso a los mercados de acuerdo a su potencial, son algunas de las cosas que permitirían concluir los círculos viciosos de pobreza y exclusión. 
• La educación mereció de las panelistas una mención muy especial: urge una política de Estado para remediar la posición de desventaja.

Y los retos… Los desafíos en materia de capacidades tampoco podían faltar ni en el mural, ni en los análisis: 
• Recuperación de las propias iniciativas; aprender de su forma de relacionarse con la naturaleza, en especial con la tierra, potenciando ese conocimiento. Esto es, ni más ni menos que reivindicar la agricultura campesina. 
• Tomar en cuenta las diferentes capacidades productivas de las mujeres. 
• Utilizar nuevas formas de comunicación para mujeres y países; y capacitación de acuerdo con las necesidades de las mujeres. 
• Crear espacios de trabajo que permitan economías de escala, coordinación de esfuerzos y sinergias para mejorar la posición de las mujeres en relación a las cadenas de valor.

Las panelistas hicieron, finalmente, recomendaciones sobre lo que deben hacer los gobiernos y las organizaciones como el IICA para crear o fortalecer las capacidades humanas, sociales y productivas de las mujeres rurales: 
• Adecuar la asistencia técnica, para aprovechar la base de conocimiento y las capacidades existentes, y atender las necesidades específicas de las mujeres productoras. 
• Establecer con prioridad el tema de la mujer rural en las agendas públicas, particularmente en los ministerios de agricultura, pero también en todos aquellos que tienen ver con el tema, incluyendo los presupuestos públicos. 
• Promover la organización de las mujeres rurales, particularmente de las redes de mujeres productoras. 
• Incorporar las visiones de las organizaciones rurales y de productores agrícolas, particularmente de mujeres 
• Voluntad política para remover los obstáculos culturales, sociales, políticos o económicos que dificultan la inserción de la mujer en condiciones de equidad. 
• Privilegiar el contacto con las organizaciones y trabajar “por demanda”.

 

Al hacer una síntesis del foro, el Director General del IICA, Víctor M. Villalobos, dijo a las panelistas: “Todos en esta sala aprendimos de sus reflexiones, pero, lo más importante, recibimos la emoción que da a sus palabras una vida dedicada a hacer de este un mundo más equitativo para las mujeres, en particular para las mujeres rurales. Es tiempo de refrendar el compromiso del Instituto con las mujeres del campo”.

Más información: 
melania.portilla@iica.int
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