Murillo recibirá el premio “Alma de la Ruralidad”, que es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.
San José, 23 de mayo de 2022 (IICA) – La productora costarricense de caña de azúcar Sonia Murillo, impulsora en América Latina y el Caribe del comercio justo y creadora de oportunidades de desarrollo para pequeños agricultores, fue reconocida como una de los “Líderes de la Ruralidad” de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
En reconocimiento, Murillo recibirá el premio “Alma de la Ruralidad”, que es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.
Sonia Murillo es parte de Coopecañera R.L., que agrupa a pequeños productores del cantón de San Ramón, en el Valle Central de Costa Rica. Luego de vincularse a la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños (as) Productores (as) y Trabajadores (as) de Comercio Justo (CLAC), ella fue una de las creadoras de la Red en Costa Rica y Panamá.
El concepto de comercio justo atiende no solamente la cuestión del precio que se paga a los productores por sus mercancías, sino también a la sostenibilidad social, económica y ambiental de la producción y la comercialización. Apunta a dignificar el trabajo, respetar el medio ambiente y fomentar una gestión responsable y sostenible de los recursos naturales.
Por medio del comercio justo, Sonia busca acercar a los jóvenes a la agricultura y promover políticas públicas de apoyo a los productores familiares.
El Premio Líderes de la Ruralidad es un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.
Sonia Murillo, la mujer que trabaja para fortalecer a los pequeños agricultores de la región
Criada en una familia ligada a la producción de café y caña de azúcar en San Ramón de Alajuela, en el Valle Central de Costa Rica, Sonia Murillo se dedicó a la educación, pero siempre tuvo nostalgia del campo. Por eso, y por su vocación de ayudar a los demás, supo reencontrarse con la agricultura y volcar todo su esfuerzo y su capacidad para colaborar en la obtención de una rentabilidad adecuada por parte de los pequeños productores, como camino hacia una mejor calidad de vida para las comunidades rurales.
La finca familiar donde Sonia pasó una infancia feliz, en contacto con la naturaleza, tenía un trapiche para procesar la caña de azúcar y quedaba a solo dos kilómetros de la ciudad. Nunca –ni en sus tiempos de estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad de Costa Rica, ni más tarde, cuando se dedicó a la enseñanza- ella dejó de volver al campo para el hermoso tiempo de la recolección en café.
Esa finca fue heredada por ella y sus hermanos y así, hace más de 25 años, Sonia decidió que era tiempo de dedicarse al cultivo de caña de azúcar y se integró a Coopecañera R.L., organización fundada en 1972 por un grupo de 115 productores azucareros del cantón de San Ramón. Sonia se sumó al consejo de administración de la cooperativa, que hoy está formada por unos 200 agricultores que suelen producir sobre 2 o 3 hectáreas de tierra. Y esa ligazón con el agro fue la que le permitió ingresar en el movimiento de comercio justo.
“El comercio justo es una filosofía de vida. Se trata de una alternativa que busca una producción de mayor calidad y un mejor rendimiento de los cultivos, al tiempo que posibilite el acceso a condiciones de vida digna para los productores, a través del pago de un precio adecuado por su esfuerzo. La única manera de lograr estos objetivos es que los pequeños productores se organicen en cooperativas o asociaciones, que hoy están certificadas internacionalmente por su compromiso con el comercio justo. Con la organización hemos logrado que ciertos productos, como el café, el cacao, la caña, el banano y algunas otras frutas tengan un precio mínimo y un incentivo”, cuenta Sonia.
La Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños (as) Productores (as) y Trabajadores (as) de Comercio Justo (CLAC) fue establecida en 2004 y Sonia la conoció en 2006, cuando fue enviada por Coopecañera a la asamblea de la organización regional. Ya en 2008, ella accedió al Consejo de Directores de CLAC, cuya estrategia de fortalecimiento consistía entonces en la creación de coordinaciones nacionales. Así Sonia fue una de las creadoras de la Red De Comercio Justo en Costa Rica, con productores de café, banano, caña, piña, cacao y yuca, entre otros cultivos.
“Tenemos 14 organizaciones ya certificadas en comercio justo en Costa Rica y también en dos en la vecina Panamá, que agrupan a 23.000 pequeños productores. Y estamos siempre trabajando para ayudar a las asociaciones a que obtengan certificaciones y accedan a nuevos mercados”, afirma Sonia.
“En la región –agrega- ya somos un millón de productores. Yo estoy convencida que el de comercio justo es el modelo más completo de modo de producción, porque no solo atiende al precio que se paga, sino que abarca una serie de factores que constituyen una forma de vida y una manera diferente de hacer las cosas, buscando justicia social fundamentalmente. No sólo para el productor sino para toda la comunidad, porque las actividades se proyectan”.
La CLAC es una de las dueñas del sistema Fairtrade International, que agrupa a productores de todo el mundo, y también es la red que representa a todas las organizaciones certificadas Faitrade de América Latina y el Caribe. Esta certificación está basada en diez principios que no son negociables: creación de oportunidades para productores en desventaja económica; transparencia, funcionamiento democrático y rendición de cuentas; construcción de capacidades; relación comercial equitativa y a largo plazo con los productores y productoras; pago de un precio justo; equidad de género; condiciones laborales dignas, protegiendo los derechos humanos y de los trabajadores; lucha contra la explotación infantil; protección del medio ambiente; información y sensibilización.
Así, la CLAC trabaja para representar y promover los intereses, el empoderamiento y el desarrollo de sus miembros y sus comunidades. Hoy cuenta con más de 1.000 organizaciones miembro en 24 países del continente.
Sonia Murillo no tiene dudas cuando alguien le pregunta cuál ha sido su mayor aprendizaje en estos años: “Que la asociatividad es lo que fortalece a los agricultores familiares y lo que allana el camino para los logros. Costa Rica ha tenido un gran movimiento de cooperativas, pero lamentablemente se han perdido muchas de ellas en el camino. Tal vez nos falta más sentido de gremio y por eso a algunas no le fue bien. La enseñanza es que si queremos hacer un país mejor tenemos que volver la mirada no solo al gran productor y al exportador, sino también al pequeño agricultor, y saber que parte de la democracia es la buena producción de la tierra. Más del 90% del café costarricense se produce en pequeñas fincas y eso ha sido muy importante para el desarrollo del país. Es fundamental buscar el mejor precio para un producto de calidad y sensibilizar a la sociedad, que debe saber que detrás de una piña o de un grano de café hay un productor que trabaja duramente”.
Sonia no tiene dudas de que los agricultores familiares son los verdaderos garantes de la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental de la producción en Costa Rica y en todas las Américas.
“Durante los momentos más duros de la pandemia de Covid-19 –dice- tuvimos la evidencia, ya que faltaron muchas cosas, pero nunca faltó la comida en la mesa. Esto debemos agradecérselo a los pequeños productores, que todos los días, llueve o haga sol, cuidan su producción. La distribución de la tierra en manos de pequeños agricultores garantiza la seguridad alimentaria”.
Hoy Sonia Murillo trabaja cotidianamente para transmitir a las nuevas generaciones el amor a la tierra.
“Necesitamos –concluye- que los jóvenes se interesen en conservar el suelo y eso solo será posible si se les facilite el acceso a las nuevas tecnologías y la actividad es rentable. Hoy no tiene sentido labrar la tierra con la pala, cuando existen otras herramientas más modernas. Es importante que los gobiernos vuelvan los ojos al agro y ayuden a los productores con políticas públicas, para que puedan crecer”.
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Gerencia de Comunicación Institucional