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Agricultura

Abigail Mamani Mamani, una joven boliviana que combina la sabiduría ancestral con la vida urbana para reconectarse con la tierra, es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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Abigail Mamani Mamani, una joven boliviana que combina la sabiduría ancestral con la vida urbana para reconectarse con la tierra, es reconocida por el IICA como Líder de la Ruralidad de las Américas

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La joven boliviana será galardonada con el premio ‘Alma de la Ruralidad’, que reconoce a líderes rurales esenciales para la sostenibilidad y la seguridad alimentaria en las Américas.

El Alto, Bolivia, 28 de agosto, 2025 (IICA) – A sus 26 años, Abigail Mamani Mamani ya cuenta con una trayectoria notable como promotora del retorno a las raíces, el trabajo comunitario y el respeto por la tierra. Desde la ciudad de El Alto, en Bolivia, y en constante diálogo con la comunidad rural de Ancoraimes, Macamaca, de donde son originarios sus padres, Abigail lidera un proyecto de vida que entrelaza espiritualidad, agricultura tradicional y nuevas formas de pensar el desarrollo.

Por esa labor comprometida, Abby -como la llaman todos- es reconocida como Líder de la Ruralidad de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). La joven boliviana recibirá el premio «Alma de la Ruralidad«, que es parte de un proyecto del IICA para dar visibilidad a mujeres y hombres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo, figuras clave del continente para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad.

Abby nació en El Alto pero creció entre dos mundos: el urbano, con sus estudios y responsabilidades, y el rural, al que volvía en cada oportunidad posible para cosechar papas, pastorear llamas y mantener vivas las costumbres heredadas. Esa convivencia entre dos realidades marcó su identidad y su visión del futuro.

Hija de productores de papa, Abigail demostró desde temprana edad una destacada capacidad de liderazgo. Durante su etapa escolar secundaria, ejerció como presidenta de su curso durante siete años consecutivos y fundó un frente estudiantil para el centro de estudiantes de su colegio. En la Central Obrera Regional de El Alto (COR-El Alto), desempeñó el cargo de primera secretaria de Educación y Cultura durante más de siete años, destacándose en la promoción del Decenio de la Agricultura Familiar en Bolivia en 2019.

Además, fue una figura activa en la dirigencia de su zona durante seis años, trabajando estrechamente con la comunidad para impulsar proyectos como la construcción de carpas solares.

«Por más que viva en la ciudad y use pantalones, mis raíces aymaras están en mí», afirma. «Hay algo que se transmite, que va más allá de lo visible: es el vínculo con la tierra, con la Pachamama, con los saberes de nuestros ancestros».

Para esta socióloga, la conexión con el campo y la tierra no es solamente práctica: es también espiritual y cultural. «Tengo un origen aymara -destaca-, y aunque viva en la ciudad, mis raíces están intactas: agradecer a la tierra, pedir permiso antes de sembrar, entender que los alimentos también tienen energía, todo eso es parte de nuestra cosmovisión, de nuestro modo de estar en el mundo».

Imagen de una joven cosechando cebollas en un huerto, símbolo del liderazgo rural y la agricultura sostenible. Ideal para contenidos sobre desarrollo agrícola, seguridad alimentaria y empoderamiento comunitario en América Latina.

Abby, joven boliviana premiada por el IICA, reflexiona sobre la espiritualidad indígena y la conexión con la tierra: ‘Nuestra relación con la Pachamama no es solo una costumbre, es un sistema completo de conocimiento que nos conecta con todo lo que vive’.

La naturaleza como un sistema que conecta todo lo que vive

Abby cuenta que, en la universidad, cursó un taller de filosofía que profundizó su mirada sobre la tierra, la modernidad y la espiritualidad indígena, allí entendió que «nuestra relación con la Pachamama no es solo una costumbre: es un sistema completo de conocimiento que nos conecta con todo lo que vive».

La vida en la ciudad no le impidió mantener prácticas rurales, en especial cuando está de regreso en el campo, junto a sus padres, con quienes cultiva hortalizas con métodos tradicionales, sin agroquímicos, recuperando formas de siembra ancestrales. «Lo hacemos para autoconsumo, pero a veces compartimos la producción con amigos».

Esas actividades se complementan con una visión más amplia, la de llevar el campo a la ciudad. “Aquí en El Alto hay iniciativas de huertas urbanas en plazas públicas. Yo quiero replicarlo en mi barrio. La modernidad no debería alejarnos de nuestras raíces, sino ayudarnos a reconectarlas», remarca Abby.

En su comunidad de origen, esa reconexión enfrenta algunos desafíos, en particular por el avance de las prácticas de extracción de minerales. «Antes -lamenta Mamani Mamani- había árboles, ovejas, agua. Ahora hay hornos, polvo y tierras secas. La minería artesanal requiere leña y eso llevó a una deforestación progresiva».

«Además -describe-, los jóvenes ya no quieren trabajar la tierra. Prefieren ganar dinero rápido, aunque eso implique romper con nuestras costumbres».

Frente a esa realidad, Abby cree que es urgente combinar lo mejor de ambos mundos: la sabiduría ancestral y las herramientas tecnológicas actuales. «No podemos rechazar la tecnología -reconoce-, lo que hay que hacer es adaptarla». Por ejemplo, señala, «pude observar experiencias de uso de drones para sembrar o monitorear cultivos, o autos eléctricos construidos por jóvenes de El Alto. La creatividad está, solo falta apoyo».

También considera que la educación y la transmisión de conocimientos son claves para un cambio estructural. «Hay saberes que no están en los libros», dice Abby. «Cada vez que voy a la comunidad -relata-, escucho algo nuevo de los mayores», y «mi trabajo es llevar esos aprendizajes a otros espacios: a la universidad, a los colectivos, al barrio».

Esa sabiduría, enfatiza Mamani Mamani, «puede ayudarnos a enfrentar la crisis ambiental que vivimos».

Imagen de una agricultora cosechando papas, símbolo del trabajo rural y la agricultura sostenible. Ideal para contenidos sobre liderazgo comunitario, empoderamiento rural y desarrollo agrícola en América Latina.

La joven profesional boliviana, el campo es un espacio de vida digna y conexión con lo esencial: ‘No todo es dinero. Trabajar la tierra con amor, agradecerle, entenderla, nos devuelve salud, sentido y equilibrio’.

Una «gran lección» para compartir

Repasando otros desafíos, Abby dice que la despoblación rural no es irreversible. «Cuando vino la pandemia, mucha gente volvió al campo, descubrieron que allá podían producir, vivir mejor, respirar». En general, más allá de los cambios de pensamiento impuestos por el coronavirus, «hay una necesidad latente de regresar a nuestras tierras, y eso puede volverse una oportunidad si lo acompañamos con políticas públicas y conciencia colectiva».

La equidad de género es otro de sus ejes de acción. En su tesis universitaria investigó la incidencia de ese tema en zonas rurales y apuntó sobre la reproducción de roles tradicionales que pueden invisibilizar a la mujer rural. «A veces, incluso las mismas mujeres creen que no pueden liderar», subrayó Abby, «por eso es tan importante el empoderamiento desde jóvenes, desde la escuela”.

Para esta joven profesional boliviana el campo no es solo un lugar de producción, sino un espacio de vida digna, de conexión con lo esencial. «No todo es dinero. Trabajar la tierra con amor, agradecerle, entenderla, nos devuelve salud, sentido y equilibrio», dijo.

«Esa es la gran lección que quiero compartir», asegura.

Mirando hacia el futuro, se imagina multiplicando esas experiencias, tejiendo redes entre comunidades urbanas y rurales, y desarrollando alternativas sostenibles y respetuosas con la tierra. «Quiero seguir luchando para que la juventud no pierda el vínculo con la Pachamama, porque si la olvidamos, también nos perdemos a nosotros mismos». concluyó Abby.

Más información:
Gerencia de Comunicación Institucional
comunicacion.institucional@iica.int

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