
San José, Costa Rica, 21 de abril de 2025 (IICA) – Dawn Francis dejó atrás un trabajo en el mundo corporativo para seguir su verdadera pasión, la agricultura, y puso manos a la obra con la mirada puesta también en sus vecinos al frente de otras fincas familiares, atrayendo a la zona a la cooperación técnica y hasta formando su propia organización.
La productora rural caribeña fue distinguida como una de las «Líderes de la Ruralidad de las Américas” por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y en esa condición recibirá el premio «Alma de la Ruralidad», reconocimiento creado por el organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para dar visibilidad a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en la ruralidad del continente americano.
«Trabajé en un banco por como veinte años», relata Dawn con una sonrisa amable que la acompañará a lo largo de la entrevista. Cuando ya tenía una década y media desempeñándose como supervisora en una sucursal de un conocido banco internacional en Roseau, la capital del país, «me di cuenta de algo», confiesa: «sabía que me gustaba ayudar a la gente, pero ya no me gustaba el mundo corporativo».
«Tuve un sueño -continúa-, una visión, en la que me encontraba en un bosque y me veía muy contenta y feliz». En el sueño, Dawn tenía «un huerto secreto» en ese bosque.
En ese momento comenzó para Francis un nuevo recorrido de vida, que arrancó aprendiendo sobre sostenibilidad, agricultura orgánica, en particular a través de programas organizados por agencias internacionales. Uno de esos proyectos la llevó al Ecosistema Wa Samaki, en Freeport, en Trinidad y Tobago, donde conoció una práctica de la que se enamoró, la permacultura, un sistema de diseño agrícola que trabaja en fuerte sintonía con el medio ambiente que rodea a los espacios de producción.
«Cuando aprendí sobre la permacultura, supe que estaba en el sector correcto, sentí que podía cumplir mi pasión, encontré mi razón para estar en la Tierra», describe Francis.
Luego, gracias a un programa del IICA, Dawn viajó a México para un curso de estudios de la tierra que resultó «una experiencia maravillosa». Durante aquella visita, contó la productora de Dominica, «lo que más resonó conmigo fue pasar tiempo con una familia de agricultores con quienes todo lo que comíamos provenía de sus huertas».
Esas prácticas se convirtieron en una meta para Francis, una especie de criterio sustentable que propone que al menos el 80 por ciento de lo que se consume en los campos, provenga de la propia tierra.
De México le quedaron otros recuerdos imborrables, como sentarse por las noches con las mujeres del campo y verlas tejer juntas. «Eso, para mí, representaba la paz y la tranquilidad», rememora.
Cuando regresó a Dominica después de su jornada de aprendizaje, a Dawn la esperaba un terreno de dos acres y medio que recibió de su madre, donde pudo levantar «una adorable finca familiar, una granja inteligente», un terreno, recuerda, «donde venimos haciendo agricultura orgánica desde hace más de veinte años».
También, puso en marcha un centro de biodiversidad, donde recibir a estudiantes de escuelas primarias y secundarias y enseñarles sobre agricultura y medio ambiente. Los chicos y las chicas disfrutaban las actividades en el campo, y para Dawn se trataba de tiempos de «fun in the farm», diversión en la granja.
Las cosas cambiaron en setiembre de 2017, cuando llegó a la zona del Caribe un visitante devastador, el huracán María, un ciclón tropical que arrasó Dominica, las Islas Vírgenes estadounidenses y Puerto Rico, dejando a su paso cientos de muertos y grandes destrozos materiales. Los expertos lo consideran el huracán más letal en el Atlántico desde Jeanne, en 2004.
«Todo terminó dañado», describe Francis. María, reconoce, «nos rompió el corazón y todavía resulta emocional recordarlo».
Pero ni siquiera un terrible ciclón tropical pudo doblegar el sueño de Dawn. «Soy resiliente, soy una mujer negra y resiliente», remarca la productora agrícola. De hecho, insistió, «cuando estás cerca de la tierra te vuelves un individuo fuerte y resistente». Además, ver cómo el bosque se regeneraba después del paso del huracán «me dio más fuerzas, y así fue como mi familia y yo empezamos a reconstruir» la finca, ubicada en la zona de Pont Cassé.

Francis ha dejado una huella significativa en la agricultura sostenible y los cultivos orgánicos en su Dominica natal.
Fortalezas y esperanzas
Francis tiene una aceitada relación con instituciones multilaterales y también formó, en 2011, su propia organización, EcoBalance Inc., con una mesa directiva cien por ciento femenina y que se presenta como un canal para nutrir el futuro de Dominica «a través de iniciativas de transformación verde con propósito y conscientes», un esfuerzo que las encuentra unidas «por un mañana más verde: inspirando esperanza, catalizando el progreso».
Gracias a fondos que logran movilizar con el empuje de EcoBalance, Dawn y sus socias, llevan a cabo en la zona, programas de capacitación para los productores y planes para la adquisición de equipamiento. Por ejemplo, con uno de esos programas, financiado por el gobierno de Nueva Zelanda, introdujeron en una docena de fincas del área, la cría de aves de corral, entregando a los granjeros alimentos para los pollos, ofreciendo clases de gerenciamiento y compartiendo secretos de los agronegocios.
Cuando el proyecto se completó, cuenta Francis, los productores que participaron «ya estaban vendiendo huevos». Y, mejor todavía, utilizando el estiércol que dejaban las aves como abono, aplicando menos fertilizantes inorgánicos en sus cultivos de vegetales.
Dawn comenta que, a su juicio, y a la luz de estos resultados, se puede decir que «todo lo que lideran las mujeres tiene éxito, algo que es posible también en el terreno político». Si hubiera más mujeres líderes, resalta, «el mundo entero sería diferente, sería mejor».
Según Francis, entre los participantes de las sesiones de entrenamiento agrícola que se organizan en Dominica «suelen ser más las mujeres». Para la productora, la razón es que «somos nosotras las que absorbemos el conocimiento, las que tienen la fortaleza».
Por si acaso aclara que «no se trata de que los varones no tengan fortaleza, pero las mujeres hacemos que las cosas se concreten: nos juntamos, colaboramos y trabajamos hasta que las propuestas se hacen realidad».
Si se le pregunta sobre la llegada de nuevas generaciones al terreno de la producción agrícola, Francis tiene una mirada muy realista. Para empezar, admite que los jóvenes «no quieren cultivar como lo venimos haciendo nosotros, con tanta intensidad y trabajo duro, ellos no quieren hacer eso».
Pero hay esperanza. A través de un programa patrocinado por el Caribbean Policy Development Centre, se lanzó en Dominica un curso de agricultura hidropónica. Los organizadores «esperábamos unos veinte participantes, pero llegaron ochenta, la mitad de ellos menores de 35 años». Al final, cincuenta y cinco se anotaron en el curso, interesados en el cultivo de plantas que no utiliza tierra, sino una solución de agua enriquecida con nutrientes.
«Los más jóvenes -entendió Dawn- pueden interesarse en la agricultura», pero no si se trata de producir con los métodos tradicionales, intensamente físicos, sino más bien a través de alternativas como los hidropónicos.
Los potenciales productores y productoras del futuro del campo, apuntó Francis, «buscan algo más fácil y rápido, que no sea tan intenso desde el punto de vista físico», y pueda derivar en una generación de ingresos más acelerada.
Al final de la conversación, Dawn Francis lanzó un llamado a las instituciones multilaterales y a las agencias para el desarrollo: “los productores agrícolas en países como Dominica, subrayó, necesitan acceso a la financiación, deben contar con recursos para afrontar problemas como los caminos en mal estado, la falta de mano de obra y el acceso a equipamiento”.
Sin estos impulsos, los productores terminan avanzando «poco a poco», sin atreverse a tomar riesgos. «Los grandes pasos, si no dan beneficios económicos relativamente rápido, no los dan», advirtió.

Francis puso en marcha un centro de biodiversidad, donde recibe estudiantes de escuelas primarias y secundarias y les enseña sobre agricultura y medio ambiente.
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