Así lo cree Walter Oyhantçabal, un experto tanto en políticas de cambio climático como en el complejo mundo de las negociaciones internacionales que se han desarrollado en los últimos años para permitir los necesarios cambios en los modos de producción.
SAN JOSÉ, 20 de septiembre de 2022 (IICA) – La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 27), que tendrá lugar en noviembre en Egipto, será una gran oportunidad para los países de las Américas muestren los progresos de su sector agropecuario en términos ambientales y den a conocer sus necesidades para profundizar las transformaciones orientadas a alcanzar una mayor sostenibilidad, resiliencia y co-beneficios en mitigación.
Así lo cree Walter Oyhantçabal, un experto tanto en políticas de cambio climático como en el complejo mundo de las negociaciones internacionales que se han desarrollado en los últimos años para permitir los necesarios cambios en los modos de producción.
Oyhantçabal fue durante más de 20 años el coordinador de la Unidad de Sostenibilidad y Cambio Climático del Ministerio de Ganadería y Agricultura del Uruguay. Es Ingeniero agrónomo con una maestría en Ciencias Ambientales, y se ha especializado a nivel internacional en inventarios de gases de efecto invernadero (GEI) en el sector de Agricultura, Uso de la Tierra, Cambio en el Uso de la Tierra y Silvicultura (AFOLU). Ha formado parte del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) en 2007 y 2019 y hoy es asesor del IICA.
El experto indica que la de Egipto será una COP especialmente importante en los temas de Agricultura y por eso mismo lo que allí suceda será de gran significación para América Latina y el Caribe, que aporta un alto porcentaje del comercio de productos agroalimentarios del mundo y es garante de la seguridad alimentaria y nutricional global.
“Agricultura es un ítem con agenda propia dentro en la Convención de Cambio Climático, en función de su particular vulnerabilidad al cambio climático y de su íntima relación con la seguridad alimentaria. Ningún otro sector tiene un ítem de agenda bajo la Convención, lo que representa una enorme oportunidad. Desde 2017 viene desarrollándose un programa de trabajo, llamado Labor Conjunta de Koronivia sobre agricultura, que busca reducir la vulnerabilidad ante el cambio climático, proteger la seguridad alimentaria y los medios de vida de miles de millones de personas al tiempo que se preservan los recursos naturales, se aporta a la mitigación de GEI y se procura el aumento de la productividad”, explica Oyhantçabal.
La cita global de Egipto será una ocasión óptima para que los países de la región busquen una decisión política que asegure la movilización de los medios de implementación necesarios para las transformaciones agrícolas, en particular en los países en desarrollo.
¿De qué se habla cuando se menciona a los medios de implementación? De tres cuestiones básicas: financiamiento, construcción de capacidades, y transferencia y desarrollo de tecnologías para una acción climática ambiciosa.
“Sólo destrabando y escalando la provisión de medios de implementación, los países en desarrollo podrán aumentar su ambición en metas tanto de mitigación como de adaptación al cambio climático. Las metas de mitigación de GEI figuran en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), en las que también se pueden incluir las metas de la adaptación al cambio climático. Hay que resaltar que la adaptación es muy costosa para los países de nuestra región, que deben afrontar las consecuencias de un calentamiento global que, en su parte más importante, causaron las naciones desarrolladas. Por eso en el Acuerdo de París se retoma el trascendente principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y respectivas capacidades, ya incluido en el texto de la Convención Marco de 1992”, explica Oyhantçabal.
EL POTENCIAL DE LA AGRICULTURA PARA LA ACCIÓN CLIMÁTICA
La labor conjunta de Koronivia sobre agricultura reconoce la prioridad fundamental de la adaptación de los sistemas agropecuarios para proteger los medios de vida, las economías de los países y proteger la seguridad alimentaria.
El trabajo realizado hasta 2021 incluyó diversos talleres sobre temas tan relevantes como la gestión de los suelos, el estiércol y los nutrientes, la ganadería sostenible, los métodos para evaluar la adaptación, como así también las dimensiones del cambio climático vinculadas con el desarrollo socio-económico.
Koronivia tiene ahora por delante el gran desafío de pasar de los talleres técnicos a la implementación de los resultados de estos talleres para potenciar la acción climática. Pero para ello, hace falta que de la COP 27 salga una decisión política de generar un ambiente institucional en la Convención que facilite una mejor coordinación y volcar volúmenes crecientes de recursos técnicos y financieros.
“El financiamiento debe incrementarse. Es necesario que los países desarrollados, que se comprometieron a aportar 100.000 millones de dólares anuales de asistencia desde 2020, cumplan lo que prometieron, como se destacó en la COP 26 en Glasgow”, apunta Oyhantçabal.
“En la región estamos haciendo cosas valiosas para que la producción de alimentos sea más sostenible en lo ambiental, lo económico y lo social y vamos en camino a seguir mejorando, pero para eso necesitamos medios de implementación a proveer por la Convención, a través de sus distintos órganos y Fondos”, agrega.
La COP 27 será una gran caja de resonancia sobre la agricultura y por eso el IICA, junto a sus Estados Miembros y organizaciones de productores del continente, entre otros actores de la agricultura de esta región, instalará el pabellón que se denominará Casa de la Agricultura Sustentable de las Américas, que tendrá como lema “Alimentando al Mundo, Cuidando al Planeta”.
En este espacio tendrán lugar alrededor de 60 eventos de alto nivel político y técnico durante las dos semanas que dura la COP 27, y se compartirán -entre otros contenidos- las buenas prácticas, experiencias y lecciones aprendidas en las Américas como la siembra directa, la implementación de sistemas de producción agrosilvopastoriles, y el mejor manejo de los pastizales, entre otros temas.
De acuerdo con el experto uruguayo, los países latinoamericanos deben construir sistemas de monitoreo que permitan estimar sobre bases robustas la función del suelo como sumidero de carbono y mejorar la calidad de sus inventarios sectoriales de GEI.
En ese sentido, al practicarse al aire libre y depender de factores climáticos y biológicos, la agricultura es altamente vulnerable y está sufriendo los efectos del cambio climático mucho más que ningún otro sector. Como ya lo dicho el IPCC, los efectos serán mucho más profundos si el aumento de temperatura supera los dos grados con respecto a los niveles preindustriales.
“Los impactos que recibe la agricultura en los países en desarrollo son mucho más que proporcionales a su contribución al total global de emisiones de GEI. La agricultura es una fuente minoritaria de GEI si se la compara con los combustibles fósiles Eso es claro”, dice Oyhantçabal.
El experto también señala que los aportes en medios de implementación deben contemplar la importancia central de la adaptación, apoyar la mitigación, reconocer la alta diversidad de sistemas productivos y la necesidad del desarrollo sostenible de los países.
Más información:
Gerencia de Comunicación Institucional
comunicacion.institucional@iica.int