La presentación fue realizada en conjunto por el IICA y el Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), que impulsa el desarrollo en armonía con el ambiente de los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas de la región.
Dubái, Emiratos Árabes Unidos, 7 de diciembre de 2023 (IICA) – Pueblos indígenas de América Latina y el Caribe exhibieron en el pabellón del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en la multitudinaria Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 28), que tiene lugar en los Emiratos Árabes Unidos, la importancia de los conocimientos ancestrales para lograr resiliencia ante la crisis ambiental que afecta la seguridad alimentaria y sus medios de vida.
Lo hicieron en un evento en la llamada Casa de la Agricultura Sostenible de las Américas, el pabellón que el IICA, sus 34 Estados Miembros y socios estratégicos del sector privado montaron en la Expo City de Dubái, y que es escenario de los debates de más alto nivel sobre el papel de la agricultura de las Américas en los esfuerzos globales de mitigación y adaptación.
La presentación, que atrajo gran interés en el mayor foro de negociación y debate sobre cambio climático, fue realizada en conjunto por el IICA junto al Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), que impulsa el desarrollo en armonía con el ambiente de los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas de la región.
Participaron también representantes del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Internacional de Migraciones (OIM), agencias de las Naciones Unidas que están desarrollando proyectos en el continente orientados a reducir la vulnerabilidad de los pueblos indígenas ante los fenómenos meteorológicos extremos que impactan en los recursos naturales que les proveen sus medios de vida.
“Estamos promoviendo el diálogo intergeneracional. Es fundamental que nuestros mayores compartan los saberes ancestrales con los más jóvenes para enfrentar el cambio climático”, dijo Gabriel Cuatín Cuesta, indígena del pueblo Pasto de Colombia, quien llegó a Dubái desde el Resguardo de Muellamues, en el departamento de Nariño.
Cuatín, quien integra la Red de Jóvenes Indígenas de América Latina y el Caribe, que articula el activismo en 18 países de la región, explicó que los pueblos originarios no tienen una concepción antropocéntrica: “Nosotros y el territorio somos lo mismo. Estamos plenamente integrados y por eso nos vemos tan afectados por el cambio climático. Y estamos muy activos para desarrollar proyectos productivos que sean resilientes en nuestros territorios”.
Impacto sobre sistemas tradicionales
Roberto Salvatierra, del FILAC, puso el énfasis en las barreras que los pueblos indígenas de la región están enfrentando para acceder a alimentos nutritivos y seguros, debido a la pérdida de tierras por el avance de grandes proyectos extractivos que destruyen los recursos naturales, la falta de acceso a servicios básicos, la deforestación, la contaminación y la pérdida de biodiversidad que afectan sus sistemas agroalimentarios tradicionales.
“Además de la crisis climática nos chocamos con discriminación y marginalización en los procesos políticos y económicos. Los pueblos indígenas muchas veces no participan de las decisiones y por eso son muy importantes nuestros proyectos en alianza con el IICA”, dijo Salvatierra.
El evento puso la lupa sobre el caso de los Urus, una de las naciones originarias que habitan en Bolivia, que debido al cambio climático ha sufrido la sequía completa del lago Poopó, lo que ha impactado de manera catastrófica no solo en sus medios de subsistencia sino también en su identidad cultural.
Divha Gantier, del Programa Mundial de Alimentos, contó que la agencia de las Naciones Unidas ha desarrollado un proyecto tendiente a diversificar los medios de vida de los Urus, ya que es un pueblo que tradicionalmente ha vivido de los recursos que brinda el lago.
“El pueblo indígena, a pesar de las condiciones adversas, mostró una gran fuerza y voluntad. Y las mujeres han sido agentes de cambio decisivos, ya que cuando los hombres perdieron los recursos de la caza y la pesca, formaron asociaciones de artesanas que les permitieron generar ingresos”, dijo Gantier.
El Programa Mundial de Alimentos también proveyó de agua potable a los Urus, que cuando sufrieron la sequía del lago Poopó comenzaron a sacar agua de mala calidad de los pozos, lo que generó enfermedades estomacales.
Todas las acciones fueron consensuadas con las autoridades y los integrantes de las comunidades, quienes también fortalecieron las cadenas de valor de la producción animal y se capacitaron en nuevas tecnologías para integrarse a los mercados de comercialización digitales.
Desde la perspectiva de la OIM también es cada vez más evidente la necesidad de integrar el trabajo con las poblaciones indígenas, explicó Pablo Escribano, especialista regional en migraciones, medio ambiente y cambio climático.
“Más de la mitad de los indígenas de América Latina vive en áreas urbanas y está en constante movilidad. Las comunidades de áreas rurales, en tanto, están expuestas a muchas amenazas relacionadas con el cambio climático, como sequías en Sudamérica, subas del nivel de mar en Panamá, huracanes en las costas centroamericanas e incendios en muchos países”, dijo.
En ese sentido, el especialista consideró que el fondo de pérdidas y daños aprobado en la COP 27 debe incluir financiamiento para los desplazamientos de los indígenas y sus pérdidas no económicas, referidas a la identidad cultural, las tradiciones y la implicación con el territorio.
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