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El legado familiar de adaptación al cambio climático en Guatemala

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Oficina Permanente para Europa

 

Mayo 2021.- María Elena López tiene 53 años y vive en la aldea Shalaguá del municipio de Camotán, Guatemala. Ahí, ha sido protagonista del crecimiento de sus hijos, de su comunidad y de sí misma como agricultora rural líder que fomenta prácticas adaptativas en sus cosechas para enfrentar el cambio climático que afecta la región.

“No soy la misma de antes, tampoco mi comunidad lo es, ahora trabajamos mejor en la agricultura, en proyectos y aprendemos a administrar mejor nuestros recursos” señala.

El municipio de Camotán pertenece al departamento de Chiquimula, en la región del Corredor Seco de Centroamérica y además forma parte de la región Ch’orti’, comunidad étnica de ascendencia maya en Guatemala. Al igual que otros pueblos ancestrales, se gobiernan por medio de un consejo indígena elegido por la comunidad, y su idioma, Ch’orti’, es de uso familiar y comunitario. Al mismo tiempo, tienen un amplio dominio del castellano.

La relación del pueblo Ch’orti’ con la madre tierra y la producción de sus cultivos tiene un origen ancestral; esta comunidad considera al Río Grande de Jocotán un milagro que se expande más allá de las fronteras de Chiquimula, en Guatemala con Honduras.

La agricultura es el sustento principal de este pueblo, los productos que más se cultivan son frijol y maiz, justamente los más afectados por la sequía que enfrenta la región:

“La época lluviosa la esperamos con ansias para regar nuestros cultivos y cuando no llueve, perdemos toda nuestra cosecha de maíz y frijol; la sequía nos afecta bastante”, comenta María.

Este fenómeno es muy frecuente en el Corredor Seco Centroamericano, una de las zonas más vulnerables del mundo al cambio climático, afectando principalmente a los agricultores y amenazando la seguridad alimentaria en la región.

El proyecto Protección Financiera para la Gestión de la Sequía y Adaptación a la Escasez Hídrica en la Agricultura del Corredor Seco Centroamericano en el marco del Programa ARAUCLIMA de la Cooperación Española y ejecutado por el IICA, busca diseñar un mecanismo financiero vinculado a prácticas adaptativas para la gestión de la sequía a nivel productivo, en conjunto con la Asociación Regional Campesina Ch’orti’- ASORECH.

“Este proyecto nos ha venido a enseñar cómo salir adelante económicamente y con las capacitaciones vamos obteniendo las experiencias para mejorar la manera en que hacemos agricultura y ser el sustento de nuestras familias” señala María.

Así como María, hay 400 agricultores beneficiados directamente con el proyecto en Guatemala, que día a día trabajan para mejorar sus prácticas agrícolas adaptadas al clima, adquiriendo educación financiera y compartiendo experiencias de éxitos con la implementación de herramientas y asesorías que son impartidas por el proyecto en las comunidades.

“En el grupo del banco de semillas, donde formo parte, aprendemos del asesoramiento que nos comparten los técnicos y luego voy a mi casa a contarle a mis hijos cómo vamos a hacer, que técnicas necesitamos cambiar y eso me hace sentir orgullosa de lo que me he convertido como mujer”, confiesa María.

Según el informe Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas: una mirada hacia América Latina y el Caribe 2019-2020, elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), “no es posible superar la pobreza ni combatir el hambre, la malnutrición y el cambio climático, si las sociedades y los actores políticos de América Latina y el Caribe no plantean lo rural como motor del desarrollo económico, social y ambiental en los países”.

Los productos financieros como los bancos de semillas brindan la posibilidad a los agricultores familiares de promover resiliencia en sus sistemas productivos y continuar produciendo frijol y maíz entre los miembros de la cooperativa. Las prácticas de adaptación y resiliencia les permiten aminorar los estragos ante una eventualidad climática que afecte los cultivos y productos.

 “Desde el proyecto, entendemos esta protección financiera de la siguiente forma: Es una protección que permite darle al productor conocimientos y herramientas para poder atender el fenómeno que están enfrentando, particularmente la sequía y la escasez hídrica. Pero esta capacitación, esos conocimientos, la asistencia técnica que reciben, tiene que ir acompañada de opciones financieras que les permitan invertir.” señala Karen Montiel, Especialista técnica en Sostenibilidad Agropecuaria del IICA.

 

“Mi sueño, es seguir trabajando en mi comunidad, crecer como mujer líder y dejarles un legado a mis hijos” concluye María.

 

MARIA ELENA
 Ph: Aitana Gisbert, pasante de AECID Costa Rica

 

Comunicaciones

Equipo Cambio Climático y OPE