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Macarena Valdés y Marco Aceituno, creadores de una granja modelo de producción sostenible en Chile, son reconocidos por el IICA como “Líderes de la Ruralidad”

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Macarena Valdés y Marco Aceituno son un matrimonio que nunca había soñado con vivir en una zona rural. Pero todo cambió cuando un día fueron desafiados por una situación inesperada que los obligó a empezar de nuevo.

Santiago, 3 de octubre de 2022 (IICA). Macarena Valdés y Marco Aceituno, fundadores y dueños de la Granja La Pachamama, que prosperó en la producción de alimentos en medio de la fuerte sequía que castiga a Chile desde hace 12 años y llevó a la realidad la premisa de producir más con menos, fueron reconocidos como “Líderes de la Ruralidad" de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

En reconocimiento, el matrimonio de Marco y Macarena recibirá el premio “Alma de la Ruralidad”, que es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.

Macarena y Marco viven con sus tres hijos y tienen su emprendimiento productivo en un cerro del municipio de Los Molles, en la región central de Valparaíso. Allí, como muchos habitantes de localidades en el centro y el norte del país sudamericano, reciben 5.000 litros de agua que mensualmente les lleva un camión cisterna o aljibe.

Con un aprovechamiento integral que incluye la reutilización de esa agua, han dado vida a una huerta agroecológica donde cultivan los alimentos que consumen y consiguen un excedente para trocar con los vecinos. También crían animales. La granja tiene paneles solares para producir electricidad y cuenta también con un biodigestor, en el que los residuos orgánicos de la producción animal son convertidos en biogás.

El Premio Líderes de la Ruralidad es un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.

Un ejemplo de economía circular en la agricultura que atrae miradas en Chile

Macarena Valdés y Marco Aceituno son un matrimonio que nunca había soñado con vivir en una zona rural. Pero todo cambió cuando un día fueron desafiados por una situación inesperada que los obligó a empezar de nuevo.

Se quedaron sin ingresos económicos y entonces, con sus tres hijos, dejaron la capital Santiago y se mudaron al campo, con un panorama muy complejo: no tenían capital que los ayudara a sostener un emprendimiento y no conocían las tareas rurales.

Esto sucedió, para generar más problemas, a fines de 2019, tiempo de turbulencias sociales en Chile, en la que la gente salió a las calles en todas las regiones del país a manifestar su descontento. Reinaba en el país la incertidumbre sobre el futuro inmediato.

El lugar de destino de la familia fue un terreno de sólo tres hectáreas en un cerro de la localidad de Los Molles, a 140 kilómetros de la ciudad de Valparaíso, en el centro del país.

“Nos instalamos en un cerrito que está a 7 kilómetros del pueblito de Los Molles y a 5 kilómetros del vecino más cercano, en el que no teníamos electricidad, agua ni gas. Tampoco teníamos trabajo. No conocíamos nada de la agricultura y había que reinventarse, porque estábamos acostumbrados de toda la vida a comprar nuestros alimentos en el supermercado”, cuenta Macarena.

“No teníamos idea de lo que era la vida de un campesino y nos decían que en el cerro no se podía cultivar casi nada porque el suelo tenía una capa gruesa de greda o arcilla. Llegamos en pleno estallido social y lo primero que aprendimos fue a filtrar con carbón, gravilla y arena el agua que sacábamos de un pozón en el que tomaban las vacas, para que pudiéramos consumirla nuestros hijos y nosotros”, recuerda Marco.

Aquellos inicios hoy parecen lejanos. A solo tres años de ese dificultoso primer paso, Macarena y Marco lograron crear la Granja La Pachamama, un emprendimiento de producción agropecuaria autosustentable que intenta ser replicado en otras partes del país. Y todo, en una de las zonas más castigadas por la histórica sequía que Chile sufre desde hace 12 años y es extendido motivo de preocupación en el país.

“La felicidad que hoy proyectamos es porque conseguimos demostrar que existe una economía circular y es posible llevarla a la realidad. Nosotros no somos ingenieros. La necesidad nos empujó y aprendimos todo lo que sabemos a partir de videos subidos a internet. Hoy queremos compartir nuestro conocimiento con la gente que lo necesita”, sostiene Marco.

Hacerle frente a la sequía

Como muchas localidades y muchos pobladores rurales, ante la sequía persistente, esta familia recibe del Estado un suministro de agua a través de lo que en Chile llaman camiones aljibe, que una vez al mes les deja 5.000 litros, una cantidad reducida para las necesidades de una familia rural.

Por eso aprendieron a reutilizarla. Toda el agua que hoy emplean para regar un tipo de cultivo es reutilizada en otros para evitar la pérdida del recurso. Lo hacen con un sistema de riego por goteo a través de unas canaletas que ambos construyeron: el agua escurre por la tierra y al final de su recorrido es rescatada con un balde, ya enriquecida con nuevos nutrientes, para ser utilizada en otras verduras.

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Hoy, en la huerta orgánica se producen papa, cebolla, zanahoria, pimentón, tomate y toda la verdura y la fruta que consume la familia. El excedente es canjeado en trueque por otros productos con vecinos de la zona.

Hoy, en la huerta orgánica se producen papa, cebolla, zanahoria, pimentón, tomate y toda la verdura y la fruta que consume la familia. El excedente es canjeado en trueque por otros productos con vecinos de la zona.

Además, la Granja La Pachamama tiene dos biodigestores que se alimentan con materia orgánica y permiten generar biogás con el que produce electricidad para uso dentro de la vivienda cuando los paneles solares sufren algún desperfecto. Así, la casa es totalmente autónoma respecto de la red eléctrica central.

Marco y Macarena también aprovechan el aceite vegetal usado para fabricar biodiesel, que es combustible para su vehículo, y glicerina, con la cual hacen jabones y detergentes. Además, producen forraje hidropónico para alimentar sus animales, que incluyen alpacas, cerdos, gallinas, burros, corderos y terneros, sin depender de los pastizales naturales, muchas veces raquíticos por la falta de agua.

“Había que buscar alternativas. Optamos por la autosustentabilidad y aprendimos lo que es la economía circular. Tratamos de aprovechar todo lo que tenemos a la mano de una manera muy simple. Son cosas que uno no aplica si no tiene la necesidad y esto queremos transmitirlo porque hay gente que lo pasa muy mal. Esto no es un proyecto, sino una condición de vida”, dice Marco.

La Granja La Pachamama ha tenido el apoyo del IICA y de varias instituciones públicas y privadas en Chile. El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), institución dedicada a la innovación vinculada al ministerio de Agricultura, y la Fundación de Investigaciones Agropecuarias (FIA) la consideran un ejemplo nacional de economía circular y agroecología que demuestra que es posible optimizar el uso del agua en condiciones de extrema sequía y dar una segunda oportunidad a los residuos reciclables impactando lo menos posible al medio ambiente.

Por eso el INIA y la FIA impulsan la implementación en la granja de un Centro de Extensión de Agroecología y Economía Circular que incluya nuevos manejos sustentables y perfeccione el actual sistema productivo sostenible, optimizando el uso de los recursos, en una zona de extrema limitante hídrica.

“Los agricultores debemos entender que se puede salir de las situaciones difíciles y que no todo lo nuevo es malo. Existe un mañana y un futuro si trabajamos en conjunto en las comunidades, aunque haya poca agua y pocos recursos económicos”, dice Macarena.

“No nos gusta –completa Marco- crear falsas expectativas, pero queremos entregar un testimonio de vida. No somos dueños de la verdad ni tenemos una varita mágica. Sin embargo, sabemos que para los agricultores hay una esperanza, si existe apoyo para que las familias rurales salgan a flote”.

 

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