José Muñoz, educador y promotor de la agricultura orgánica en el norte de la Argentina, es distinguido por el IICA como “Líder de la Ruralidad”
San José, 7 de septiembre de 2022 (IICA) - El argentino José Muñoz, ligado desde hace décadas a la educación agrotécnica, herramienta estratégica para formar a los jóvenes y fomentar su arraigo en las zonas rurales, fue reconocido como uno de los “Líderes de la Ruralidad" de las Américas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
El premio, denominado “Alma de la Ruralidad”, es parte de una iniciativa del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta.
José Muñoz ha sido director de la Escuela de Agrotécnica de Tinogasta –la misma en la que él estudió-, pequeña ciudad de la provincia de Catamarca, en el noroeste de Argentina. Se trata de una zona árida y de suelos pobres -donde los cultivos crecen bajo riego artificial- alejada de las áreas productivas más importantes del país.
En los últimos años, Muñoz se convirtió en un impulsor de la agricultura orgánica, a la que ve como una manera de aprovechar las prácticas amigables con el ambiente y la utilización de insumos biológicos que ya realizan los agricultores. Hoy en Catamarca se busca que cada vez más agricultores accedan a la certificación de productores orgánicos, como manera de obtener nuevos mercados y también mejores precios.
El Premio Líderes de la Ruralidad es un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.
Un legado para los jóvenes: la pasión por la producción agropecuaria
José Muñoz ingresó como alumno hace más de 40 años a la Escuela Agrotécnica de Tinogasta, en la provincia argentina de Catamarca, al pie de la Cordillera de los Andes, y ya nunca se quiso ir.
Toda la vida la dedicó a la agricultura y a la educación en esta zona del noroeste del país sudamericano, lejos de las llanuras fértiles de la región pampeana. Se trata de una zona montañosa, de clima seco, que está marcado por la escasez de agua y la pobreza de los suelos.
La enorme mayoría de los productores son agricultores familiares, que trabajan en no más de tres o cuatro hectáreas de tierra en cultivos como el olivo, el membrillo y la vid y la cría de cabras u ovejas. Tinogasta tiene solo 10.000 habitantes.
La producción agrícola depende del riego, que se hace con captación de agua de los ríos que atraviesan el valle y es distribuida por canales. Los ríos nacen en las altas cumbres cordilleranas y se alimentan del deshielo, por lo que el verano es momento de creciente. En el resto del año el agua escasea, porque casi no llueve.
En un contexto difícil, Muñoz ha formado a generaciones de jóvenes en el amor a la agricultura y la ganadería y en los últimos años se ha convertido en un fuerte impulsor de la producción orgánica, una variante que crece y contribuye a que los agricultores de esta zona obtengan una mejor retribución por su trabajo.
“Ya a los 15 años comencé junto a mis compañeros a hacer distintas actividades productivas, como la cría de pollos y el armado de conejeras. Cuando me gradué, me ofrecieron trabajo como asesor técnico de campo en la misma escuela, por lo que me quedé. Luego estudié el profesorado de Biología y distintas tecnicaturas, me casé, formé mi familia y ya nunca me alejé de la escuela”.
Las escuelas agrotécnicas son piezas estratégicas para el desarrollo productivo de las zonas rurales y el arraigo de los jóvenes en el campo, en un país donde la actividad agropecuaria es un pilar en lo económico, lo social y lo cultural. Hay 525 escuelas agrotécnicas de nivel secundario en todo el territorio de Argentina.
En 2013 Muñoz fue nombrado vicedirector y en esa época empezó a trabajar con algunos viñateros de la zona y con técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), que tiene una agencia de extensión rural en Tinogasta, en busca de ideas para mejorar la producción de uvas.
Más tarde Muñoz fue nombrado director de la escuela donde creció y participó en el lanzamiento de la Mesa de Producción Orgánica y Agroecológica de la provincia de Catamarca, junto al Ministerio de Agricultura y Ganadería de la provincia. Este espacio forma parte a su vez de uno más amplio, que es la Mesa de Producción y Consumo de Agricultura Orgánica y Agroecología de la Región Noroeste Argentino (NOA), que incluye seis provincias y avanza en un trabajo en red a fin de confeccionar un Registro Regional de Productores bajo enfoque agroecológico.
La producción de alimentos orgánicos es un sistema basado en un manejo holístico e integrado de los recursos, para producir de manera sostenible. En el caso del sector alimentario, brinda productos sin restos de agroquímicos ni organismos genéticamente modificados, dado que los excluye expresamente, tanto en su materia prima como en su procesamiento.
Con el acompañamiento del IICA y de la Comisión Interamericana de Agricultura Orgánica (CIAO), Catamarca viene dando un gran impulso a la producción orgánica y la hace visible con actividad como la Expo Orgánica y Agroecología del NOA, realizada en diciembre de 2021, rondas de Negocios nacionales e internacionales y visitas a establecimientos que producen alimentos orgánicos.
“En realidad –dice José-, en esta zona la mayoría de los productores no usamos agroquímicos y hacemos una producción que podría calificarse como orgánica, porque todos los insumos son naturales, pero no está certificada. Justamente eso es lo que se busca impulsar: la certificación, que abre nuevos mercados y la posibilidad de mejores precios. En Tinogasta, hace unos 20 años muchos emprendimientos de cultivo de uva para vino cerraron por problemas de precios y por los vaivenes de la economía argentina, pero hoy están volviendo y algunos están interesados en lo orgánico. Además, hay productores de pasas de uva que están en vías de obtener la certificación como orgánicos”.
“La producción orgánica es una oportunidad para los pequeños agricultores. Gracias a sus padres y a la escuela, acá los jóvenes aprenden buenas prácticas agrícolas, que todos buscamos transmitir con el ejemplo. Los estudiantes tienen habitualmente salidas de campo y visitan establecimientos agrícolas en otras zonas de Catamarca. Se los forma como técnicos en producción agropecuaria”, agrega.
Muñoz está convencido que los agricultores familiares de Tinogasta saben trabajar su tierra y cuidar el ambiente: “Aquí los productores siempre van a producir alimentos sanos y a preservar los recursos naturales. La tierra es noble y las producciones dan buenos rendimientos. Lo que falta, además de las certificaciones, es la escala. Hace un tiempo vino gente de China, interesada en nuestra apicultura, y dijo que necesitaba que le aseguráramos envíos de una tonelada de miel. Y acá eso no se hace. Por eso hay que motivar a la gente para que crezca”.
Dedicado siempre a la Escuela Agrotécnica, Muñoz habla mucho con los jóvenes. Al menos la mitad, cuando terminan la escuela abandonan Tinogasta, donde no hay universidad para seguir estudiantes. Algunos de ellos ya no retornan.
“Yo les digo –cuenta- que se formen y que piensen que trabajar en el agro es estar ligado a la naturaleza y da la posibilidad de brindar servicios a la comunidad. Con la agricultura uno puede tener la gratificación que da sentirse útil a la sociedad. La agricultura da sentido a la vida. Los pequeños productores somos muy importantes, porque aportamos el alimento que hoy muchos están necesitando. La mala distribución es otro problema, pero nuestra responsabilidad es seguir produciendo, para contribuir a que las futuras generaciones tengan alimento en su mesa, aunque a veces el precio que recibimos no sea justo. La agricultura también tiene un valor que no se cotiza en dinero”.
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